Karel Kosík [*]
Un gran intelectual checo escribió desde la prisión el 18 de junio de 1415: "Un teólogo me dijo que todo me irá bien y todo me será permitido en la medida en que obedezca al concilio, y añadió: si el concilio fuera a declarar que no tienes más que un ojo, a pesar de que puedas tener dos, es tu deber estar de acuerdo con el concilio. Yo le respondí: Incluso si el mundo entero fuera a afirmar tal cosa, yo, estando dotado de razón como estoy, no podría reconocer tal cosa sin un rechazo de mi conciencia."
Este texto es único en la literatura mundial y se encuentra entre aquellos inmortales pensamientos que revelan verdades fundamentales respecto del hombre y el mundo. Debemos, de acuerdo con ello, leerlo cuidadosamente para captar su sentido y examinarlo con el mayor cuidado para ver qué constituye la verdad fundamental en él.
Ser fundamental significa por encima de todo establecer un fundamento y, una vez ese fundamento ha sido fundamentado, fundar en él la existencia y la justificación de una cosa. Tan pronto como este fundamento en cuestión es destruido, disminuido, prohibido o deformado, la cosa en cuestión pierde su propio fundamento; y todo aquello sin un fundamento es inestable, superficial y vacío. Pero la verdad fundamental expresada por ese intelectual del siglo XV se refiere no a una cosa, sino más bien al hombre -el hombre desprovisto de verdad fundamental pierde su fundamento, pierde la tierra bajo sus pies, y se vuelve un hombre desarraigado, un hombre sin fundamento.
¿Quién es el hombre desarraigado, sin fundamento? Quien ha perdido razón y consciencia, responde el intelectual checo del siglo XV. Considerémoslo bien: razón y consciencia existen juntas, forman una unidad, y solo como tal unidad constituyen el fundamento de la existencia humana. Períodos posteriores, incluido el nuestro, saben de la razón y la consciencia solo como dos variables mutuamente independientes, cada una dispuesta indiferente u hostilmente respecto de la otra. En los tiempos modernos, cualquier tipo de vínculo fundamental entre razón y consciencia es incluso visto con sospecha. Pero la desconfianza y la sospecha son malas consejeras cuando se trata con la verdad y sus problemas. Al contrario, debemos preguntarnos cuáles han sido y continúan siendo las consecuencias para la humanidad de la división entre razón y consciencia, que hoy aparece como algo natural y antiquísimo.
Volvamos al texto citado: somos hasta tal punto esclavos del hecho histórico -dado que sabemos cómo terminó la disputa entre el concilio y el hombre que no deseaba perder razón y consciencia- que las variantes solo únicamente ficticias y potenciales que el texto insinúa se nos escapan por completo. En nombre y representación del concilio el teólogo ofrece la siguiente alternativa al intelectual: si admites de acuerdo con el concilio que no tienes más que un ojo, aun sabiendo que tienes dos, no solo te será perdonado todo, sino también permitido. Esta segunda variante, ficticia, no está privada de perspectivas: promete al hombre ganarlo todo -todo te será permitido- si renuncia a algo. ¿Y quién, pudiendo escoger entre "todo" y "algo", no escogería "todo" renunciando a un mero "algo"? Pero, antes y por encima de todo: ¿quién en una disputa entre perspectivas "reales" e "ilusorias" no preferiría las primeras a las segundas y, desde un punto de vista realista, no criticaría al intelectual que escogiera la segunda posibilidad como un radical exagerado, un extremista pretencioso y un excéntrico incorregible? Porque el realista razona así: si se me pide que admita que tengo solo un ojo, a pesar de que sé que tengo dos, entonces es seguro que se me pide algo justificable, benéfico y útil -resumiendo, algo razonable. Y ¿qué es la voz de la conciencia en oposición a esta voz de la razón? En comparación con la razón pública y autoritaria que pide que admita que no tengo sino un ojo, sabiendo que tengo dos, la voz de la conciencia aparece no solo como una cuestión privada, sino ante todo y sobre todo como una autoridad minúscula e insignificante; porque de lo que se trata es del conflicto entre una autoridad significativa y una insignificante, puedo con la conciencia tranquila reprimir la voz de la conciencia como algo despreciable. En el realista, la razón siempre triunfa sobre la conciencia.
Sin embargo, la razón que en el razonamiento de un realista triunfa sobre la conciencia tiene en común con la verdadera razón solamente el nombre: eso que en la consideración del realista aparece en oposición al "rechazo de su conciencia" no es razón, sino cálculo personal, mercantil cómputo de posibilidades particulares, seguimiento del interés privado. El realista ha reprimido el "rechazo de conciencia" para poder lograrlo todo, pero siguiendo el razonamiento que crece del interés privado, de hecho, lo ha perdido todo: tanto la conciencia como la razón.
El intelectual checo del siglo XV defiende, en oposición al realista, la unidad de razón y conciencia, defendiendo con eso también una concepción determinada de razón y una concepción determinada de conciencia. Su unidad es tan importante para el carácter de la razón y para la naturaleza de la conciencia que, con la pérdida de esta unidad, la razón pierde su esencia y la conciencia su realidad. La razón sin conciencia se vuelve la razón utilitaria y técnica del cómputo, de la estimación y el cálculo, y una civilización fundada en ella es una civilización sin razón, una en la cual el hombre se subordina a las cosas y a su lógica técnica. La conciencia que se ha apartado de la razón es reducida a una impotente voz interior o a la vanidad de las buenas intenciones.
Razón y conciencia, de acuerdo al intelectual checo del siglo XV, constituyen una sola unidad, y solo en esa unidad puede la razón ser lo que realmente es: razón no en un sentido derivado, sino en el sentido original de la palabra: comprender y saber, comprender algo y saber hacer algo, poseer la comprensión del sentido de las cosas, del hombre y de la realidad, y al mismo tiempo saber y estar en grado de crear el sentido de las cosas, el sentido del hombre y de la realidad. Solo en esta unidad puede la conciencia ser lo que verdaderamente es: la espina dorsal, el bastión, la invulnerabilidad e indestructibilidad del hombre. Quien reprime el "rechazo de la conciencia" para poder estar de acuerdo con el concilio en que 2x2 es diez no libera su conciencia, sino que más bien la transforma en una conciencia reprimida. Y toda conciencia reprimida es una conciencia mala que se traduce y se manifiesta en la hostilidad, en la desconfianza, en el resentimiento arraigado. Y los estallidos de resentimiento se han manifestado en la historia, como sabemos, en la forma del odio más feroz, del cruel fanatismo y de la violencia más bestial.
El intelectual checo del siglo XV defendió la unidad de razón y conciencia y rechazó el ofrecimiento del concilio como una falsa alternativa, ya que el hombre que admite, de acuerdo con el concilio, que tiene solo un ojo cuando sabe que tiene dos, no gana nada, sino que lo pierde todo, porque sacrificar razón y conciencia significa perder el fundamento de la propia humanidad. El hombre que ha sustituido razón por cálculo personal y ha reprimido al hacerlo su propia conciencia es un hombre sin razón y sin conciencia. Tal hombre lo ha perdido todo y no ha ganado nada. Se ha vuelto un hombre nulo, un hombre dominado por la nada. Y si sabemos que nada significa nihil, una persona que carece de razón y conciencia es verdaderamente un nihilista.
El intelectual checo del siglo XV escogió entre conciencia y razón por un lado y el nihilismo por el otro. Y, dado que la oposición entre la verdad y la nada es una oposición radical, su elección, parece, tenía que ser radical también.
[*] El texto, "Rozum a svědomí" en el original checo, pertenece a un discurso pronunciado por Kosík durante el segundo día del IV Congreso de la Unión de Escritores Checoslovacos, llevado a cabo entre el 27 y el 29 de junio de 1967 en Praga. Las actas del Congreso, que incluyen el texto de Kosík en las páginas 107-109, pueden consultarse on-line en: http://www.csds.cz/cs/4320-DS/version/15/part/15/data/IV_sjezd_Svazu_ceskoslovenskych_spisovatelu_Protokol.pdf. El texto también fue escogido para abrir el primer número del periódico Literární listy, el 1 de marzo de 1968. La traducción al castellano, de Gerard Marín Plana, coteja estos originales con la traducción al inglés, de Juliane Clarke, en la antología de textos de Karel Kosík editada por James H. Satterwhite The Crisis of Modernity. Essays and observations from the 1968 era. Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, Inc. 1995. Págs. 13-15.
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