lunes, 25 de mayo de 2020

Una palabra de aviso sobre los consejos de trabajadores (1968)



Una palabra de aviso sobre los consejos de trabajadores

Karel Kosík [*]


Generalmente, las explicaciones simplistas ofrecidas por los errores y las opiniones incorrectas del pasado, del llamado período pre-enero, son que la gente fue o bien seducida o bien forzada a tener tales puntos de vista. ¿Quién, sin embargo, está forzando y seduciendo a la gente hoy? Esta pregunta surge de forma bastante natural en conexión con el problema de los consejos de trabajadores. La prensa a menudo escribe sobre ellos, y algunos políticos -así como el gobierno- favorecen su creación. Esta cuestión de gran importancia, es decir, los consejos de trabajadores a través de los cuales los trabajadores participarán de la dirección de las fábricas, sufre de falta de reflexión -la conocida y sintomática enfermedad de nuestro país. Me gustaría saber a quién se culpará por todos los problemas y defectos si se instituyen los consejos de trabajadores pero, después de un tiempo, ¿se vuelve claro que no son, como son considerados a veces hoy, una panacea para todos los males económicos? ¿A quién se culpará cuando se vuelva aparente que no son el instrumento por el que una gran mayoría de trabajadores participe en la dirección de fábricas, sino solo uno de sus intrascendentes eslabones de la cadena o un grupo de personas cuyo interés principal radica en hacer y distribuir beneficios más que en la dirección de la planta? ¿Descubrirán entonces los partidarios de los trabajadores algo que hubieran tenido que conocer ya hoy?

Se insiste justamente en que la democracia demanda responsabilidad, pero es también necesario asumir la responsabilidad de las opiniones propias. Esos que hacen públicos sus puntos de vista y se esmeran en su implementación deberían también asegurarse de que sus opiniones han sido bien reflexionadas con antelación y lidiar con  todas las eventualidades y objeciones posibles. Pongámoslo de este modo: estamos constantemente inundados con nociones mal concebidas y medias verdades, sobre las que, si se actúa, generalmente se llega a decepciones, dificultades y deformaciones.  Nadie, sin embargo, cuestiona qué responsabilidad nace de los iniciadores de esas ideas sobre las que no han pensado lo bastante suficientemente, profundamente o críticamente.

Antes de que se establezcan los consejos de trabajadores, el público en general debería estar bien informado sobre ellos. Un debate público sobre su alcance y limitaciones sería útil. Tal discusión debería clarificar especialmente las cuestiones siguientes. Primero: ¿son realmente los consejos de trabajadores un ejemplo de democracia directa? Si no queremos complicar la materia y llevar esta discusión por el mal camino, deberíamos atenernos al significado tradicional del concepto de democracia directa. Eso significa que el titular del voto la ejercita sin intermediarios. Los consejos de trabajadores, sin embargo, se basan en el principio de delegación y elección: los trabajadores eligen a sus representantes para los consejos. Esto es democracia indirecta, no directa. Segundo: ¿se dan cuenta los partidarios de los trabajadores del peligro en el establecimiento desde arriba, por decreto gubernamental? ¿Saben que estos consejos tienen todavía que volverse del interés de los trabajadores? Estos consejos no reflejan un movimiento común del pueblo; sus orígenes vician su misión. Podemos solo tener esperanza de que después de su establecimiento los consejos de trabajadores se volverán órganos para la participación activa. No existe demasiado interés ni entusiasmo por estos consejos entre los trabajadores hoy, quizás porque nadie les ha explicado clara y adecuadamente la materia. Tercero: ¿saben los partidarios que los consejos de trabajadores pueden degenerar y convertirse en instituciones meramente formales? ¿Han tomado en consideración este peligro? ¿Han analizado la experiencia de otros países, sea la de la democracia pluralista, y en consecuencia creado la impresión de que los consejos de trabajadores y la democracia política no están conectados? De acuerdo con ellos, podemos abogar por los consejos o por la democracia, pero no por ambos. Nos correspondería a nosotros analizar la estructura y el sistema de una democracia socialista efectiva y en activo, para así poder decir con responsabilidad si una democracia socialista puede existir sin democracia política o consejos de trabajadores.

En conclusión, permítaseme decir que nosotros apoyamos los consejos de trabajadores. Queremos, sin embargo, demostrar que nuestra recomendación debe ser cuidadosamente concebida y reflexionada con antelación.


[*] Texto firmado por Kosík como JaN, y publicado originalmente como "O dělnických řadách — kriticky", en Plamen X, n. 8, págs. 165-166 (agosto de 1968). La traducción al castellano, de Gerard Marín Plana, se hace sin embargo a partir de la versión en inglés de Zdenka Brodska y Mary Hrabik Samal, extraída de la antología de textos editada por James H. Satterwhite como The Crisis of Modernity. Essays and observations from the 1968 era. Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, Inc. 1995. Págs. 209 y 210

domingo, 3 de mayo de 2020

Intelectuales y trabajadores (1968)



Intelectuales y trabajadores (1968)

Karel Kosík [*]


Cuando hablamos de la relación entre intelectuales y trabajadores acostumbramos a usar la imagen esópica común que compara las clases sociales con partes del cuerpo humano. Por ejemplo, nos referimos metafóricamente a la relación entre la clase trabajadora y la intelligentsia como si fuera la de las manos con el cerebro. También hablamos de ellos en términos de unidad de teoría y praxis. Estas comparaciones, sea como sea, son engañosas y falsas. Si los trabajadores representan las manos y la intelligentsia los cerebros, entonces los trabajadores no tienen cerebros y la intelligentsia no tiene manos. Su relación, en efecto, se basa en una insuficiencia fundamental mutua. Cada lado cumple una función para el otro: la intelligentsia piensa de parte de los trabajadores, y los trabajadores trabajan de parte de la intelligentsia. Los trabajadores no pueden pensar porque la intelligentsia es su cerebro, y la intelligentsia no puede trabajar porque los trabajadores son sus manos. Ambos lados persisten en apoyar variaciones y remanentes de esta noción reaccionaria; algunos trabajadores todavía piensan que la intelligentsia no trabaja realmente, y parte de la intelligentsia mantiene que los trabajadores solo representan una fuente de trabajo.

Prejuicios y sesgos mutuos se levantan también en el camino de lo que realmente importa -la alianza política revolucionaria de los obreros y la intelligentsia. Entre los trabajadores, el intelectual se comporta o bien como un predicador o como un adulador. O bien piensa que debe iluminar a las masas ignorantes y se comporta como un maestro con sus alumnos, un profesor con sus estudiantes, un predicador con sus fieles (es siempre una relación de un individuo activo con masas pasivas), o emplea otra táctica y se vuelve el "colega" de los trabajadores, se comporta con falsa jovialidad, les da golpecitos en la espalda, cuenta chistes, les llama por su nombre de pila, y trata de ser tan servil como es posible. Por supuesto, parte de este servilismo consiste en hablar mal de los intelectuales.

Una alianza política revolucionaria de los trabajadores y la intelligentsia tendría que basarse en el diálogo e influencia recíprocos. Una característica natural entre trabajadores e intelligentsia, representando los dos estratos sociales modernos, debería ser la habilidad de tomar una aproximación crítica ante todo, incluyéndose a sí mismos. Es anormal si la intelligentsia es forzada a la posición de tener que persuadir a otros de su propia indispensabilidad, utilidad e importancia; en esta situación, no puede jugar su papel crítico normal en la sociedad. La alianza revolucionaria entre trabajadores e intelligentsia presupone que ambas clases poseen cerebros y manos, que ambas pueden trabajar y pensar. Esta alianza debería crear algo nuevo en política, algo que puede ser realizado solo como consecuencia del contacto, diálogo e influencias mutuas. Esto no significa sin embargo que una clase se conformará con la otra o simulará la otra; entonces se produciría una uniformidad, no una alianza. Si tuviera que expresar el propósito de esta alianza sucintamente utilizaría las palabras sabiduría revolucionaria o "revolucionarismo" sabio.

Un encuentro y diálogo político mutuo entre la clase trabajadora y la intelligentsia debería dar lugar a un componente importante de vida social y pública: sabiduría política. Sabiduría en política excluye el oportunismo y la verborrea, así como la precipitación y la superficialidad. La sabiduría revolucionaria y los revolucionarios sabios proveen una garantía contra la histeria y la demagogia, contra la ambición y la arrogancia de los individuos, contra la cobardía, el exceso de cautela y la proverbial, falsa y nada inspirada jovialidad checa.



[*] Publicado originalmente como "Intelektuál a dělník" en el periódico literario Orientace, n. 5, en 1968. La traducción al castellano, de Gerard Marín Plana, toma sin embargo como referencia la versión inglesa de Zdenka Brodska y Mary Hrabik Samal, extraída de la antología de textos editada por James H. Satterwhite como The Crisis of Modernity. Essays and observations from the 1968 era. Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, Inc. 1995. Págs. 207 y 208. Muy parecido es el final de la entrevista que le realizó a Kosík Antonin Liehm en mayo de ese mismo año, también disponible en el blog.