Una palabra de aviso sobre los consejos de trabajadores
Karel Kosík [*]
Generalmente, las explicaciones simplistas ofrecidas por los errores y las opiniones incorrectas del pasado, del llamado período pre-enero, son que la gente fue o bien seducida o bien forzada a tener tales puntos de vista. ¿Quién, sin embargo, está forzando y seduciendo a la gente hoy? Esta pregunta surge de forma bastante natural en conexión con el problema de los consejos de trabajadores. La prensa a menudo escribe sobre ellos, y algunos políticos -así como el gobierno- favorecen su creación. Esta cuestión de gran importancia, es decir, los consejos de trabajadores a través de los cuales los trabajadores participarán de la dirección de las fábricas, sufre de falta de reflexión -la conocida y sintomática enfermedad de nuestro país. Me gustaría saber a quién se culpará por todos los problemas y defectos si se instituyen los consejos de trabajadores pero, después de un tiempo, ¿se vuelve claro que no son, como son considerados a veces hoy, una panacea para todos los males económicos? ¿A quién se culpará cuando se vuelva aparente que no son el instrumento por el que una gran mayoría de trabajadores participe en la dirección de fábricas, sino solo uno de sus intrascendentes eslabones de la cadena o un grupo de personas cuyo interés principal radica en hacer y distribuir beneficios más que en la dirección de la planta? ¿Descubrirán entonces los partidarios de los trabajadores algo que hubieran tenido que conocer ya hoy?
Se insiste justamente en que la democracia demanda responsabilidad, pero es también necesario asumir la responsabilidad de las opiniones propias. Esos que hacen públicos sus puntos de vista y se esmeran en su implementación deberían también asegurarse de que sus opiniones han sido bien reflexionadas con antelación y lidiar con todas las eventualidades y objeciones posibles. Pongámoslo de este modo: estamos constantemente inundados con nociones mal concebidas y medias verdades, sobre las que, si se actúa, generalmente se llega a decepciones, dificultades y deformaciones. Nadie, sin embargo, cuestiona qué responsabilidad nace de los iniciadores de esas ideas sobre las que no han pensado lo bastante suficientemente, profundamente o críticamente.
Antes de que se establezcan los consejos de trabajadores, el público en general debería estar bien informado sobre ellos. Un debate público sobre su alcance y limitaciones sería útil. Tal discusión debería clarificar especialmente las cuestiones siguientes. Primero: ¿son realmente los consejos de trabajadores un ejemplo de democracia directa? Si no queremos complicar la materia y llevar esta discusión por el mal camino, deberíamos atenernos al significado tradicional del concepto de democracia directa. Eso significa que el titular del voto la ejercita sin intermediarios. Los consejos de trabajadores, sin embargo, se basan en el principio de delegación y elección: los trabajadores eligen a sus representantes para los consejos. Esto es democracia indirecta, no directa. Segundo: ¿se dan cuenta los partidarios de los trabajadores del peligro en el establecimiento desde arriba, por decreto gubernamental? ¿Saben que estos consejos tienen todavía que volverse del interés de los trabajadores? Estos consejos no reflejan un movimiento común del pueblo; sus orígenes vician su misión. Podemos solo tener esperanza de que después de su establecimiento los consejos de trabajadores se volverán órganos para la participación activa. No existe demasiado interés ni entusiasmo por estos consejos entre los trabajadores hoy, quizás porque nadie les ha explicado clara y adecuadamente la materia. Tercero: ¿saben los partidarios que los consejos de trabajadores pueden degenerar y convertirse en instituciones meramente formales? ¿Han tomado en consideración este peligro? ¿Han analizado la experiencia de otros países, sea la de la democracia pluralista, y en consecuencia creado la impresión de que los consejos de trabajadores y la democracia política no están conectados? De acuerdo con ellos, podemos abogar por los consejos o por la democracia, pero no por ambos. Nos correspondería a nosotros analizar la estructura y el sistema de una democracia socialista efectiva y en activo, para así poder decir con responsabilidad si una democracia socialista puede existir sin democracia política o consejos de trabajadores.
En conclusión, permítaseme decir que nosotros apoyamos los consejos de trabajadores. Queremos, sin embargo, demostrar que nuestra recomendación debe ser cuidadosamente concebida y reflexionada con antelación.
[*] Texto firmado por Kosík como JaN, y publicado originalmente como "O dělnických řadách — kriticky", en Plamen X, n. 8, págs. 165-166 (agosto de 1968). La traducción al castellano, de Gerard Marín Plana, se hace sin embargo a partir de la versión en inglés de Zdenka Brodska y Mary Hrabik Samal, extraída de la antología de textos editada por James H. Satterwhite como The Crisis of Modernity. Essays and observations from the 1968 era. Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, Inc. 1995. Págs. 209 y 210.
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