La izquierda europea
Karel Kosík [*]
La emergencia de la llamada Nueva Izquierda en Europa Occidental da testimonio de la crisis y el fracaso de la Izquierda tradicional. Concebida como un movimiento para revolucionar el mundo, la Izquierda tradicional, especialmente donde ha llegado al poder y ha tenido la oportunidad de llevar a cabo su programa, ha tenido una historia irónica. Lo que era viejo, violento, hegemónico, anquilosador, fanático y mendaz no desapareció del mundo; más bien, ha penetrado este movimiento y hecho su hogar en él. La Izquierda tradicional no es, de cualquier modo, una secta o un grupo insignificante, sino un movimiento. Dentro de este movimiento fuerzas rejuvenecedoras y renacientes aparecen periódicamente. Se remontan a los mismos orígenes del movimiento, esto es, a su propósito revolucionario y liberador, y renuevan y desarrollan el movimiento mismo.
La presencia tanto de estas fuerzas rejuvenecedoras dentro de la Izquierda tradicional como de la llamada Nueva Izquierda es un síntoma de crisis más que de una promesa de superarla. Juzgando la Izquierda tradicional de acuerdo no con su intención y misión originales, sino con sus actos y resultados, la Nueva Izquierda reclama que la Izquierda tradicional no ha acabado ni con la política hegemónica ni con la opresión política, la apatía y la intolerancia. Aun así, desde mi perspectiva este nuevo e rebelde movimiento expropió el nombre "Nueva Izquierda" demasiado temprano y de forma más bien injusta. Problemas cuya importancia estos grupos rebeldes todavía no han advertido son abrumadores para ellos. Permítase mencionar el uso de la violencia como ejemplo. Ni las acciones ni la reflexión teórica de la Nueva Izquierda han disipado los miedos de que la violencia será transformada en una serie de actos violentos repetidos e inacabables. Cada acto violento llevará a y justificará el siguiente; la violencia se volverá un componente permanente y omnipresente de la sociedad. Consecuentemente, desde sus mismos comienzos, incluso antes de que este movimiento pueda desarrollarse plenamente, la ironía de la historia amenaza la Nueva Izquierda.
Con esto quiero decir que la Nueva Izquierda real no existe todavía. Las revueltas de estudiantes y las fuerzas renacientes de la Izquierda tradicional pueden preparar el terreno para una Nueva Izquierda genuina, pero esta posibilidad no se ha materializado todavía. La vieja búsqueda del interés individual, la exclusividad y la falta de apertura son nocivas para corrientes progresivas y las mantienen aisladas y dispersas. Así ocurre que los movimientos progresivos en países individuales ven otros movimientos progresivos en otros países -que no usan las mismas consignas o tienen las mismas demandas políticas- con desconfianza y cierto nivel de dogmatismo.
La Nueva Izquierda no puede nacer a menos que sea una alianza entre trabajadores e intelectuales. La intelligentsia se engaña a sí misma cuando cree que puede asumir el papel de la clase trabajadora. Fracasa en hacer una distinción crucial entre aquellos que inician e inspiran y un movimiento político propiamente dicho. La intelligentsia puede jugar el papel de un grupo que inicia e incita la acción, pero este papel no puede sustituir un movimiento popular propiamente dicho. De otro modo, la historia se repetirá, y las buenas intenciones se transformarán en su opuesto. Una vez más habría un sujeto activo enfrentado a las masas pasivas, una vez más habría profesores educados, predicadores y mentores por un lado; y pupilos pasivos, creyentes o esos que necesitan ser salvados por el otro.
Los grupos que se rebelan contra el "establishment" en el Oeste demandan y a través de sus acciones expresan "inconformismo". De cualquier modo, no saben si están determinados por aquello contra lo que se rebelan, o por lo que es realmente nuevo y liberador en su programa. El inconformismo no es un programa, es solamente un acercamiento derivativo.
Una Nueva Izquierda genuina, una que merezca tal nombre y traiga la liberación universal del hombre, más que una limitada o exclusiva, debe tener en cuenta que revolución no significa reorganización permanente, o histeria permanente en la sociedad. A un cierto nivel de desarrollo, la revolución se somete a tal metamorfosis que permanece en existencia y continúa como reorganización permanente. Se manifiesta como una repetición de cambios en formas organizacionales externas que se sustituyen a sí mismas por y pretenden ser actividad revolucionaria genuina.
La Izquierda por lo tanto tiene que criticar los mitos e ideologías del viejo mundo, pero al mismo tiempo debe nutrir en sí un espíritu crítico y una clarividencia sin prejuicios para no sucumbir a sus propios mitos e ideologías.
[*] Texto publicado originalmente como contribución a una discusión sobre la Nueva Izquierda Europea en la revista mensual Plamen XI. Nº 4. 1969. Págs. 14-15. Otros participantes de la misma fueron Jiřina Šiklová, Fr. Šamalík, Petr Pithart, Lubomír Nový, Josef Zumr y František Červinka. La traducción al castellano, de Gerard Marín Plana, toma sin embargo la versión en inglés de Zdenka Brodska y Mary Hrabik Samal en la antología de textos de Karel Kosík editada por James H. Satterwhite The Crisis of Modernity. Essays and observations from the 1968 era. Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, Inc. 1995. Págs. 203-204.
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