domingo, 14 de febrero de 2021

El peso de las palabras (1969)



El peso de las palabras (1969)

Karel Kosík [*]


A día de hoy en nuestro país un escritor posee tal autoridad que sus palabras no son tomadas a la ligera. Esta autoridad se basa en el supuesto de que un escritor es un especialista en su campo, es decir, en el ámbito de las palabras, y particularmente de que sabe lo que las palabras significan. Las palabras de un escritor no son tomadas a la ligera porque el escritor conoce el peso de las palabras. Y siempre que el lenguaje es amenazado con el peligro de volverse una parte integral de la mistificación que cubre la diferencia entre la verdad y la falsedad, lo elevado y lo vulgar, el bien y el mal y que trata de transformar la realidad en una sustancia indefinida y fragmentada, entregada a manipuladores, entonces la defensa del lenguaje es equivalente a un acto de liberación. Devolver las palabras a su significado real y tomar cada palabra como palabra, es decir, revelar su significado, era y permanece la misión del escritor. Un escritor no puede evitar tal requerimiento ni siquiera al conversar con otro escritor, por ejemplo, en una polémica. Una polémica entre escritores debería ser precisamente una discusión que revele, en la cual lo oculto salga a la superficie, lo oscuro se clarifique, y las cosas se presenten como verdaderamente son. Una polémica puede ser tal tipo de discusión, si uno no subestima el peso de las palabras.

Me parece que el uso frívolo de las palabras por Václav Havel en su artículo polémico ("¿El destino checo?") privó la polémica de un sentido objetivo y la degradó a una ostentación personal. Havel desafía a los patriotas checos a confrontar "cara a cara" el presente brutal pero abierto de febrero de 1969, y a no volverse al mejor, aunque cerrado, pasado de agosto de 1968. ¿Sabe Havel lo que dice cuando contrapone agosto de 1968 y febrero de 1969 como un pasado cerrado y un presente abierto? Un pasado cerrado es sobre todo un pasado muerto, los pensamientos y actos del cual no tienen nada más que decir al presente y los actores del cual -sin tener en cuenta si son clases, naciones o individuos- han representado su papel y sido reemplazados por otros. Si comprendemos agosto de 1968 sólo como un sumario de palabras y gestos, podemos ser engañados por la ilusión de que este pasado está cerrado: se ha pintado sobre los eslóganes que escribimos en la pared esos días de agosto, aquello que entonces "proclamamos públicamente" no deberíamos repetirlo hoy, aquello que una vez "nos prometimos el uno al otro" podemos olvidarlo hoy, etc. Pero el pasado del año 1968 es que los gestos y las palabras despertaron o expresaron un movimiento popular, y sólo en conexión con tal movimiento adquirieron un significado histórico. El significado de 1968 no reside en un sumario de demandas, proclamas, eslóganes y gestos, sino más bien en el simple hecho de que sólo a partir de estas demandas, proclamas, eslóganes y gestos fue engendrada una totalidad histórica: ese  hecho es la transformación de la clase trabajadora, su reconversión de objeto de la manipulación burocrática a sujeto real de los acontecimientos políticos. Para que el pasado del año 1968, en el que se produjo esta transformación, se convirtiera en un pasado cerrado, tendría que producirse un cambio drástico y de amplio alcance, en el cual la clase trabajadora cayera de nuevo a la pasividad política y aceptara jugar de nuevo el papel de un objeto manipulado. El pasado de 1968 es, entonces, un pasado abierto y, por tanto, un pasado viviente hasta que las fuerzas sociales y políticas fundamentales de la regeneración socialista abandonen voluntariamente la escena o sean excluidas de ella. La representación de Havel sobre la oposición de un pasado cerrado y un presente abierto es errónea no sólo porque ve el pasado de forma superficial y unidimensional. Es falsa también porque no sabe lo que dice cuando habla de un presente abierto. De acuerdo con esta representación uno entra en un presente abierto del mismo modo que a través de una puerta abierta: por esa razón Havel puede "observar" o intervenir con fuerza en un presente abierto. Más allá de que una opinión o una intervención (acto) estén en cuestión, el presente está ya abierto, independientemente de esa opinión o acto. El presente esta abierto antes de que comencemos a ver o actuar e independientemente de la opinión y la acción. Una representación falsa ignora completamente el hecho de que nuestra acción, perspectiva y pensamiento abren el presente, y que, desde ahí, el cómo somos y quién somos depende de si el hoy está abierto o cerrado. Tal representación ignora el significado de la palabra, por lo tanto pasa por alto que el presente está abierto solo en tanto que es un presente en obertura y en tanto que rompe los límites de la clausura no solo en su propio caso sino también en el del pasado y para el futuro. Tal presente cumple la función de una obertura hacia el pasado, y decide siempre también (en cualquier presente dado) aquello del pasado que está vivo y aquello que está muerto. El año 1968 no puede ser ya un pasado cerrado y, debido a ese hecho, febrero y marzo de 1969 (y ahora) constituyen el presente en el cual (incluso hoy) la clase trabajadora y el movimiento popular existen como fuerzas históricas que están abriendo el futuro y el pasado. Este presente no puede hacer de 1968 un pasado cerrado porque al hacerlo se estaría privando a sí mismo de su fuente vital y negando su propia existencia. Ese presente será abridor y abierto mientras prevenga que 1968 sea vuelto un pasado cerrado.

Una perspectiva distorsionada de la relación entre el presente y el pasado es una parte sustancial de la representación de Havel sobre la historia, una en la cual se encuentra también su interpretación de la Primavera de Praga. Checoslovaquia en 1968, de acuerdo con Havel, era un país que deseaba introducir la libertad de expresión -algo que es, en la mayor parte del mundo civilizado, un valor dado por sentado- y quería restringir la arbitrariedad de la policía secreta. Y, en vista del hecho de que, a medida que aprendemos más, "libertad y legalidad son las primeras premisas de un organismo social normal y saludable", el movimiento popular en Checoslovaquia de enero a agosto de 1968 luchaba por una mera normalización. Era meramente una cuestión, como dice lacónicamente Václav Havel, de "simplemente normalizar" las cosas. De cualquier modo, si sabemos que en nuestra historia moderna la primera gran lucha por la "libertad y legalidad", es decir, por la libertad de expresión y contra la arbitrariedad de la policía secreta, fue librada hace 120 años durante la revolución de 1848-49, surge la pregunta de si existe o no alguna diferencia en absoluto entre la normalización de 1848 y la de 1968. En segundo lugar, Havel explica el significado del movimiento nacido de 1969 de tal manera que aquí tratamos con el intento "del sistema de eliminar el sinsentido que con anterioridad había acumulado trabajosamente". Por supuesto, por medio de la misma justificación, Havel podría aplicar sus nociones de "normalización" y de "trabajosa eliminación del propio sinsentido" a la historia y a cualquier otro país, e incluso a la historia de la humanidad en general. Es posible interpretar la historia de Francia tras 1789 como la historia de la eliminación del sinsentido que el sistema había acumulado. Similarmente, la historia de la humanidad es en cierto sentido una eliminación del sinsentido que la gente misma había encubierto y sin embargo siempre producía de nuevo.

Por supuesto, el asunto es si representaciones abstractas como "normalización" y "trabajosa eliminación del sinsentido" no oscurecen el carácter específico y la singularidad de los acontecimientos históricos y no significan de hecho un retorno a un esquema ilustrado vulgarizado de la historia. La Primavera de Praga de 1968 no buscaba ser, ni objetivamente fue, un retorno a lo que se da por sentado en países civilizados, ni tampoco una sumisión a lo que es considerado "normal". Al contrario, la Primavera de Praga luchaba por algo que "en la mayoría del mundo civilizado" no se da por sentado, algo que en la historia de previas (es decir, normales) sociedades acostumbraba a aparecer más bien como una excepción y como un momento privilegiado. En la historia previa y en el "mundo civilizado" existente, los períodos de actividad popular, de sabiduría e iniciativa revolucionarias, en los que los productores directos se convierten en sujetos de los acontecimientos políticos y en los verdaderos administradores de la propiedad colectiva, y en que se conducen con pasos prácticos hacia la liberación real del hombre, son más destellos de luz que la "normalidad" cotidiana. La sociedad que nació en la Primavera de Praga no necesitaba o deseaba ser solo "un organismo social normal y saludable", sino más bien una auténtica sociedad socialista, negando tanto el capitalismo como el estalinismo.

A la luz de la experiencia de agosto (y, por supuesto, no sólo de esa) los pronunciamientos de Havel de que "somos nosotros los forjadores de nuestro destino", o de que "nuestro destino depende de nosotros", toman un tono particularmente irónico. ¿Cuál es el significado asignado a estas palabras? ¿Deberían servir como instigadoras de agitación? ¿O tratamos con una unilateralidad polémica que constantemente levanta contra la necesidad ciega del destino popular simplemente un abstracto "acto de elección"? Pero la historia, y esto significa la historia checa también, no es ni una necesidad ciega ni un acto de elección. Quien enfatiza una "posición involucrada y arriesgada", una "intervención con fuerza en un presente abierto", un "acto abierto que se involucra con osadía en las tensas cuestiones del día", una "lucha con conciencia clara de todos los riesgos", muestra de hecho, al hacerlo, coraje personal. Al mismo tiempo, sin embargo, se expone al peligro de que esas frases abstractas pseudo-radicales puedan negar un hecho radical verdadero.



[*] Texto publicado originalmente como "Váha Slov" en Plamen XI, nº 4, págs. 16-17. 1969.  También apareció este año en Tvář , nº 2. Formaba parte de una discusión sobre el devenir político de Checoslovaquia iniciada por Milan Kundera y Václav Havel, y en la que también participarían otros intelectuales. Posteriormente, sería publicado de nuevo en esta lengua en 2008, en Literární Noviny,  año XIX, número 5. La traducción al castellano, de Gerard Marín Plana, coteja el original checo, disponible on-line, con la traducción al inglés, de Julianne Clarke, aparecida en The Crisis of Modernity. Essays and observations from the 1968 era. Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, Inc. 1995. Págs. 113 a 116.

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