domingo, 12 de abril de 2020

La crisis del hombre moderno y el socialismo (1968)




La crisis del hombre moderno y el socialismo (1968)

Karel Kosík [*]


El sentido y el alcance de los actuales acontecimientos de Checoslovaquia se expresan de la mejor manera por dos términos hoy presentes cada día en Praga y en Bratislava: por un lado, crisis, por el otro, socialismo humanístico. En estos dos términos hay mucho más contenido que lo que parece a simple vista: es decir, contienen tanto el estado actual como la perspectiva, y constituyen al mismo tiempo el punto de confluencia de la reflexión y la acción, del pensamiento crítico y la política revolucionaria. La sociedad checoslovaca se encuentra en crisis e intenta resolverla apuntando a un socialismo humanístico.

En el plano inmediato, se trata ciertamente de la crisis de un determinado estrato dominante, de un determinado partido socialista, de una determinada forma de relaciones sociales, de un determinado modelo económico; y, no obstante, el carácter de esta crisis es tal que, en ella, se ponen al descubierto algunos de los problemas fundamentales de la política en general, de la sociedad en general, de la convivencia humana en general. El problema, pues, es: ¿qué ha salido a la superficie de la crisis checoslovaca? ¿qué sentido se deduce de esta crisis? Aparece como un momento histórico excepcional en que se hace patente mucho de lo que en tiempos normales se mantiene escondido bajo la superficie, pone en evidencia algo esencial, fundamental, que de otra manera se mantendría invisible. La crisis checoslovaca, pues, debe ser comprendida correctamente: en la crisis de un país y de una sociedad se manifiesta y se revela en cierta manera la crisis del hombre contemporáneo y la crisis de los fundamentos sobre los cuales se respalda la moderna sociedad europea. En este sentido, los acontecimientos de Praga pueden interesar tanto a los hombres de Belgrado, como los de Zúrich o Frankfurt o París.

Es decir, si se observa un poco atentamente la crisis local y nacional de Checoslovaquia, se remarca a la fuerza el hecho que constituye una parte integrante de la crisis europea y que, incluso, se revela con insólita plasticidad, evidencia y concreción. Así, también hemos trazado la dificultad de la tarea que la actual sociedad checoslovaca se ha impuesto y el sentido de la cual esta sociedad ha puesto en el término de socialismo humanístico. Es necesario decir que una solución coherente de esta crisis presupone que uno esclarezca el sentido del socialismo y de la revolución, la misión de la política y del poder en el mundo moderno, y que con toda la profundidad teórica y la inventiva práctica de la cual seamos capaces, nos planteemos de nuevo la pregunta: ¿quién es el hombre y qué es la realidad, qué es la naturaleza y la verdad, qué es el tiempo, el ser, etcétera?

Querría recordar, no obstante, que los acontecimientos de Checoslovaquia están todavía en curso y que no han alcanzado su punto final, y que el resultado del proceso liberador iniciado en enero de 1968 todavía no está garantizado. Si, pues, hemos hablado de los acontecimientos de Checoslovaquia como de un raro momento histórico en que la verdad se revela, en que sale a la superficie todo lo que existe escondido y oculto, todo lo que se encuentra de una manera latente en la realidad europea del siglo XX, es necesario que hablemos también del segundo elemento remarcable de esta fase: el momento actual de Checoslovaquia demuestra ser un momento histórico, porque el pensamiento crítico, los grupos particulares y las diversas fuerzas políticas se encuentran ante posibilidades abiertas y tienen la ocasión de influir y de plasmar el curso de los acontecimientos que, probablemente, establecerán el carácter de las relaciones e instituciones en que los habitantes de nuestro país vivirán y trabajarán durante siglos. De esta manera, se ha abierto, a la teoría y al pensamiento crítico, la rara perspectiva de influir en cierta medida sobre el curso de los acontecimientos prácticos y de realizar, al menos de momento, lo que en tiempos normales permanece un simple postulado o un simple deseo: la unidad de teoría y práctica, de pensamiento y acción.

El sistema burocrático que ha entrado en crisis en Checoslovaquia, y que ahora es sustituido por un sistema de democracia socialista, tiene en común con la mencionada crisis del hombre contemporáneo y con la crisis de los fundamentos de la sociedad europea mucho más de lo que parece a primera vita. Algunas determinadas particularidades históricas de este sistema, que sin duda son importantes y que en las condiciones reales de los respectivos países toman un gran relieve, no deben ocultar, con todo, su origen común, su base comuna a través de la cual este sistema está íntimamente relacionado con los hechos esenciales del mundo capitalista occidental. El stalinismo, en tanto que sistema burocrático y policíaco de dominio absoluto, se basa en la idea de la manipulabilidad general de hombres y cosas, del hombre y de la naturaleza, de las ideas y los sentimientos, de los vivos y los muertos. Base y punto de partida latente de este sistema es una cierta y en gran parte oscura concepción del hombre y del mundo, de las cosas y de la realidad, de la historia y de la naturaleza, de la verdad y del tiempo.

Cuando en Checoslovaquia ha entrado en crisis parecido sistema, no solamente se han vuelto problemáticos ciertos métodos y formas de dominio absoluto, sino que ha comenzado a obrar precisamente el conjunto global de las ideas sobre el hombre y la historia, sobre la verdad y la naturaleza. Dicho de otra manera: los acontecimientos checoslovacos no constituyen una de las acostumbradas crisis políticas, una de las acostumbradas crisis económicas, sino que son también una crisis de los fundamentos de los cuales derivan las ideas actuales sobre la realidad como sistema de manipulabilidad general.

El socialismo humanístico, por la existencia o la no-existencia del cual se lucha hoy en Checoslovaquia, es una alternativa revolucionaria, humanística y liberadora respecto al sistema de la manipulabilidad general. Y esta es la razón por la cual es claro que en los acontecimientos checoslovacos se trata del socialismo y en ningún caso, en ninguna forma, de un retorno hacia el capitalismo, cuando este socialismo humanístico es una negación tanto del capitalismo como del stalinismo. Si el experimento checoslovaco triunfara -y su éxito depende de esto: que uno lo cumpla coherentemente y que no se rebaje a comprometerse con las soluciones a medias-, nos encontraríamos ante la prueba práctica de que el sistema de la manipulación general puede ser superado, y en ambas formas históricas hoy dominantes: tanto el stalinismo burocrático como el capitalismo democrático.

La manera antidemocrática, burocrática, brutal y policíaca en que es practicado y realizado el sistema de la manipulabilidad general en el stalinismo no nos debe hacer olvidar que este mismo sistema es practicado y realizado de otra manera, formalmente democrática, refinada, mucho menos visible y alarmante. El sistema de la manipulabilidad general, característica fundamental del siglo XX, es un desarrollo y un perfeccionamiento del sistema de la venalidad general, típico del siglo XIX. En este sentido, el nuestro es una continuación del siglo pasado, porque, pese a intentos y acontecimientos revolucionarios significativos e históricamente importantes, no han sido superados los fundamentos de los cuales derivan tanto el sistema de venalidad, comercialidad, utilitariedad y alienación general, analizado por Marx, como el sistema de manipulación y manipulabilidad general, que determina de una manera decisiva la faz de nuestro tiempo. Las ideologías más diversas y las diversas formas de falsa consciencia esconden estos fundamentos y orígenes, de tal manera que estas formas e ideologías se contraponen, por un lado, entre ellas como totalmente hostiles, excluyendo de sí mismas las manifestaciones que, pese a su diversidad, tienen en cambio mucho en común, y, por otro, esconden el carácter de aquella transformación revolucionaria y radical que puede ser y que es una alternativa real histórica del actual sistema de la manipulación general en todas sus formas y configuraciones históricas.

No queremos en ningún caso decir que entre lo que en Checoslovaquia se llama stalinismo o stalinismo iluminado y reformado y lo que en occidente se define como sociedad de masa, affluent society, sociedad de consumo, no hay diferencias esenciales y que los dos fenómenos no pertenecen a formaciones socioeconómicas completamente distintas. Con todo, me pregunto por qué en ambas tiene una función tan esencial la falsa conciencia y la manipulación del hombre, y llego a la conclusión de que la causa principal y el origen de ambos fenómenos es una oculta y oscura concepción comuna del hombre y de la realidad. Con el término "concepción" no me refiero aquí a la conciencia teorética, sino, en cambio, a un real y factual proyecto del hombre y del ser, fijado en las actitudes, en las relaciones intersubjetivas, en la relación del hombre hacia las cosas y la naturaleza, en la manera de revelar la verdad y en la relación entre verdad y no verdad, un hecho que se reproduce en la vida cotidiana de millones de personas y sobre la base del cual estas personas se forman las representaciones de sí mismas y del mundo. La característica del sistema de la manipulabilidad general no es solamente el predominio de la falsa conciencia en las representaciones que el hombre se hace de sí mismo y del mundo, sino sobre todo y especialmente la decadencia y la pérdida de la capacidad de distinguir entre verdad y mentira juntamente con el desinterés de masa o embotamiento del interés por la distinción entre verdad y falsedad, bien y mal.

Uno puede considerar un pendant natural de la conocida idea según la cual algunas épocas mostraban una actitud hostil hacia el arte, de la opinión que determinadas sociedades pueden ir hacia adelante incluso sin verdad, que no tenían necesidad de ella para su propia existencia. Innumerables obras de arte no contradicen la primera idea, más bien la confirman, pues precisamente la existencia de tales obras de arte demuestra que la producción artística y sus creaciones no llegan a modificar la impoética y antiartística base de la época y la atmósfera prosaica de la vida cotidiana. Igualmente, la conquista metódicamente garantizada de conocimientos y la colosal acumulación de nociones no invalidan la segunda opinión, sino que la confirman, pues muestran la impotencia de la ciencia moderna frente al hecho de que determinadas sociedades protegen la ciencia y utilizan los conocimientos, pero que al mismo tiempo producen a una escala de masa, y cotidianamente, la mistificación y la falsa conciencia como condición indispensable para la perpetuación de su existencia.

En el sistema de la manipulabilidad general el hombre pierde la capacidad y la necesidad de establecer distinciones y, en consecuencia, también la capacidad y la necesidad de distinguir entre verdad y falsedad, entre bien y mal: este es un sistema de indiferencia y equivalencia, en que se encuentran mezclados la verdad con la falsedad, y el bien con el mal. La equivalencia, elevada a categoría dominante y estructural de la realidad, equivale a una parificación de verdad y falsedad, bien y mal, nobleza y bajeza y, consecuentemente, a una nivelación y a una desvalorización generales: todo es a la vez válido y no válido, porque todo pierde su sentido intrínseco. La falsa conciencia en el sistema de la manipulabilidad general no es creada, pues, mediante la falsedad y la mentira (que así se distinguirían de la verdad), sino a través de la yuxtaposición, la disgregación y el indiferenciado revoltijo de lo verdadero y no verdadero, de bien y mal. En este sistema la equivalencia aparece, por un lado, como atmósfera cotidiana en que viven y actúan los hombres transformados en masas, y, por el otro, como incapacidad y desinterés o interés debilitado de distinguir: la equivalencia (indiferencia) se parece a un embotamiento, un oscurecimiento, un ofuscamiento de la sensibilidad, del sentimiento y del intelecto.

El sistema de la manipulabilidad general se respalda en un proyecto técnico de la realidad: el intelecto técnico proyecta la realidad como un objeto de dominación, calculabilidad, disponibilidad y perfectibilidad. Para volverse partes integrantes del sistema, el hombre, las cosas, la naturaleza, las ideas, la sensibilidad, deben estar sometidos en primer lugar a una tergiversación y a un cambio de fondo ligados a la época, en que el ser se reduce a lo existente, el mundo a la res extensa, la naturaleza al objeto de la explotación o a un conjunto de leyes físico-matemáticas, el hombre a un sujeto atribuido a un determinado objeto; y, al mismo tiempo, la verdad se reduce a la exactitud o a la utilidad, la dialéctica a un simple método o a un conjunto de reglas y, en el fondo, a un problema del todo técnico. Esta reducción de fondo ligada, además, con la época, se vuelve el presupuesto del nacimiento y del predominio de la equivalencia (indiferencia) en el sistema de la manipulabilidad general.

El hombre es ajustado a este sistema como unidad manipulable: una de las grandes ilusiones del hombre contemporáneo, que constituye la particularidad de la falsa conciencia moderna, es la idea de que se puede proyectar la realidad (el ser) como objeto, como argumento de explotación, como a existente subyugable y disponible, y que al mismo tiempo se puede permanecer en el afuera de este proyecto. En realidad, el hombre, a causa de la relativa índole que deriva, en consecuencia, de este proyecto, se encuentra él mismo inserido en el sistema, proyectado como una parte integrante suya, y se somete a su lógica. Cuando, pues, el hombre contemporáneo siente el carácter problemático de su posición y lo traduce a la conciencia en términos como frustración, absurdidad, sinsentido, alienación, y busca una explicación sociológica, psicológica o histórica de estos fenómenos, no se ocupa sino de las consecuencias, y sus búsquedas no van hasta el fondo, a pesar de que se revelen cosas importantes y apreciables.

El intelecto técnico proyecta la realidad no solamente como objeto de dominación, utilitarismo, calculabilidad y disponibilidad, como campo de lo que hay delante nuestro y que es fundamentalmente previsible, maniobrable y controlable, sino también como perfectibilidad y mala infinitud. En la perspectiva del intelecto técnico todo es transitorio y provisional, pues todo lo que existe es simplemente un grado imperfecto precedente de lo que será, y así al infinito. Todo lo que existe, si se mira atrás en el infinito proceso de perfeccionamiento y mejora, es relativo. Desde el punto de vista de 1984, el hoy es no solamente algo imperfecto, sino también un simple punto de transición. La perfectibilidad absoluta como mala infinitud lo disuelve todo en un infinito proceso de perfeccionamiento, saca a todo -a las cosas, a los hombres, a las ideas- su propio sentido y el valor intrínseco, y a todo da sentido y valor en el marco, y bajo el aspecto, de este proceso infinito: toda cosa tiene sentido y valor en tanto que punto de transición del proceso.

Pero si en esta mala infinitud todo pierde su sentido intrínseco, las cosas se desreifican y los hombres se reifican; si todo es equivalente, porque todo es intercambiable y manipulable, la consecuencia final y el resultado lógico de la reducción fundamental mencionada, sobre la cual se respalda el sistema de la manipulabilidad general, acaba por ser el nihilismo.

Quizás no es necesario remarcar que usamos la expresión "intelecto técnico" como término filosófico, y no tenemos la intención de disminuir la importancia de la técnica y del pensamiento técnico. La humanidad moderna no puede tirar hacia adelante sin la técnica, y el progreso técnico es uno de los presupuestos de la liberación del hombre. Y, no obstante, la esencia queda oculta por dos prejuicios hacia ella, hoy dominantes; la fe acrítica en la omnipotencia de la técnica y del progreso técnico, que por sí mismos y en sí mismos deberían llevar la libertad a la humanidad, y el menosprecio romántico por la técnica y el miedo de que esclavice a los hombres. La esencia de la técnica no se basa en las máquinas y los instrumentos automáticos, sino en el intelecto técnico que proyecta la realidad como sistema de disponibilidad, objetivación y perfectibilidad. Y, aunque pueda parecer extraordinario a quien considere vulgarmente las cosas, sobre la esencia de la técnica dice más cosas la "mala infinitud" de Hegel, la "perfectibilidad" de Condorcet, la doctrina kantiana de los medios y los fines, el análisis del capital hecha por Marx, que el estudio más esmerado de la tecnología y de las investigaciones y descubiertas científicas. Las máquinas no amenazan al hombre. La esclavizante soberanía de la técnica sobre los hombres no significa que haya una insurrección de las máquinas y de los instrumentos automáticos contra los hombres. Con esta terminología técnica los hombres toman conciencia, pero solo oscuramente, del peligro que les amenaza, o sea, que se identifique el intelecto técnico con el intelecto en general, de manera que el intelecto técnico domine sobre la realidad de tal forma que acabe por contraponer a sí mismo y al hombre como no-intelecto todo lo que sea técnico, disponible, manipulable y calculable.

En este contexto se ve claramente que la razón dialéctica, como contrario del intelecto técnico, no significa contestación de la técnica y destrucción del intelecto técnico, sino simplemente afirmación de los límites dentro de los cuales la técnica y el intelecto técnico son válidos. La razón dialéctica es sobre todo desvanecimiento de la mistificación que identifica el intelecto técnico con el intelecto en general y que eleva a la categoría de absoluto las exigencias del intelecto técnico. En este sentido, la razón dialéctica aparece antes que nada como pensamiento crítico que emprende la destrucción de las mistificaciones y de las pseudo-concreciones, y que indica cómo son las realidades, esto es, restituye a cada cosa existente su propio sentido intrínseco. La dialéctica así entendida no es obviamente un simple método ni tampoco un conjunto de reglas, no es una simple totalización, y no se limita a la realidad histórico-social, sino que, en cambio, nace en el ámbito del pensamiento crítico desmistificador, por donde se acerca más a la sabiduría que a la habilidad en el uso de ciertas reglas del pensamiento, y, al mismo tiempo, se encuentra íntimamente vinculada a la problemática del hombre y del mundo, a la problemática del ser, de la verdad y del tiempo.

En Checoslovaquia, al mismo tiempo que la fallida de un determinado estrato dominante y de una determinada política, se ha dado la crisis del sistema de la manipulabilidad general y se han revelado los fundamentos invisibles, ocultos, sobre los cuales se respalda este sistema. Se comprende entonces por qué el socialismo humanístico no puede ser un simple asunto político o económico, si bien en el contexto inmediato uno trate principalmente de dar una solución a deformaciones políticas y a dificultades económicas. Este socialismo humanístico aparece como alternativa revolucionaria, humanística y liberadora en relación con toda y cualquier subespecie del sistema de la manipulabilidad general, y, por tanto, se respalda en fundamentos totalmente otros que estos y arte de una concepción totalmente otra del hombre, del ser, de la naturaleza, de la verdad y de la historia.

En la crisis checoslovaca, todo es replanteado desde el principio, prácticamente y teóricamente; problemas claros o hace tiempo resueltos pierden su evidencia y se demuestran problemáticos, o sea, se demuestran problemas tan vitales que es necesario repensarlos y reestudiarlos a fondo continuamente. También forma parte de estos problemas el concepto de socialismo. Es quizás sorprendente que, en la crisis checoslovaca -después de todas las experiencias hechas- surja la pregunta: ¿qué es propiamente el socialismo? Esta interrogación no se propone solamente repulir de la forma más limpia el socialismo de todas las crueldades y monstruosidades que han sido cometidas en nombre suyo, sino también investigar de nuevo el sentido del socialismo. O sea, resulta que los objetivos prácticos y las dificultades, pero también la simple adhesión a definiciones o a enumeraciones de características, han oscurecido el sentido histórico del socialismo, de tal manera que el pragmatismo práctico y teórico y el utilitarismo han ocultado y colgado el sentido liberador del socialismo en tanto que alternativa revolucionaria y humanística respecto a la opresión, la miseria, la explotación, la injusticia, la mentira y la barbarie, respecto de la guerra, la humillación del hombre y la opresión de su dignidad, la ni-libertad, la equivalencia, etcétera.

En cada etapa de su desarrollo, en cada forma histórica suya, el socialismo siempre se debe entender y definir en relación con este sentido suyo liberador. Así la dialéctica, el carácter crítico, revolucionario y el humanismo se vuelven el verdadero y propio contenido intrínseco del socialismo, pues todo grado alcanzado, toda acción real, toda forma históricamente cumplida, son juzgados según este sentido intrínseco, cosa que nos da también la posibilidad de distinguir en toda acción real, en toda forma y etapa del socialismo históricamente cumplida lo que pertenece al socialismo, lo que le es propio, de lo que en cambio se hace pasar por socialismo, que no le pertenece, y que simplemente es un parásito histórico o una deformación suya.

Los acontecimientos checoslovacos pueden inducir a un cierto equívoco, si no se tienen claros el sentido y el contenido de las definiciones que se da de los acontecimientos. En Checoslovaquia, el proceso actual es definido por democratización, eliminación de las injusticias y deformaciones, rehabilitación, etc. De esta terminología podría resultar la impresión de que se trata de acontecimientos concernientes al pasado, la tarea de los cuales consiste en remediar, mejorar, ajustar el pasado, y, en segundo lugar, que la democratización y la democracia se ajustan al socialismo como algo externo y suplementario que le es injertado como un cuerpo extraño. Querríamos, pues, recalcar que en los acontecimientos checoslovacos se trata de una complicada síntesis de vuelta al pasado y, a la vez, de la creación de algo nuevo y futuro, y eso siempre que uno vea más y más claro que, en buena medida, no todo lo que ha ocurrido en este país desde 1945 ha sido necesario e inevitable en el camino del socialismo, que ciertas etapas de este desarrollo han sido erradas y muchas acciones, errores históricos demostrables, de manera que la Checoslovaquia actual distingue en su pasado inmediato y se vincula a aquellos momentos que son incontestablemente revolucionarios y socialistas, mientras que rechaza abiertamente todo lo que ha sido error y deformación.

Es evidente que la socialización de los medios de producción y la hegemonía de la clase obrera constituyen conquistas revolucionarias a las cuales la Checoslovaquia socialista no renuncia, y que son y permanecen los presupuestos del actual proceso revolucionario. O más bien dicho: demuestran ser la primera e irrenunciable etapa de la revolución, que es la etapa que Checoslovaquia vive estos días, y el sentido de la cual no se encuentra solamente en la eliminación de la dictadura burocrática por una democracia socialista, sino también en un desplegarse del socialismo de acuerdo con su intrínseco sentido humanístico y liberador. 

Los actuales acontecimientos en Checoslovaquia -en el caso de que el experimento triunfe- deberían demostrar que el socialismo y la democracia están íntimamente unidos. Lo que uno define como democratización, y que en el continuo histórico sólo se ha cumplido en esta etapa, pertenece a la esencia íntima del socialismo, y no solamente porque este último se vincula a todo lo que de válido y progresista comportan las épocas precedentes, y, por tato, también la época de la democracia, sino también porque en el socialismo la clase obrera puede ejercer una función política y dirigente sólo cuando existe la libertad de palabra, la libertad de imprenta, la libertad de reunión y de asociación. Precisamente, la experiencia checoslovaca ha mostrado que sin estas libertades los obreros se vuelven una masa manipulable, mientras que la burocracia asume y usurpa su función política.

Entre los caracteres fundamentales del actual renacimiento checoslovaco podemos considerar el hecho que este proceso se cumple en la alianza revolucionaria de los obreros con los intelectuales, en que cada grupo aporta sus particulares rasgos esenciales para llegara ejercer entonces una influencia recíproca e intercambiable. Esta alianza se basa en la conciencia de que los intelectuales revolucionarios y socialistas pueden dar impulso a los acontecimientos, pero que solos -sin el sostenimiento y la alianza del pueblo, en particular de la clase obrera- no son capaces de transformar estos acontecimientos en un hecho de toda la sociedad, que cambie su estructura global. Esta alianza se basa además en la conciencia de que la clase obrera tiene un interés vital por la libertad y la verdad de la información y de la expresión, por la destrucción de las mistificaciones y de la falsa conciencia. Se debe decir abiertamente que esta alianza entre obreros e intelectuales ha sido creada con dificultad, en un diálogo que ha superado la desconfianza y los prejuicios recíprocos, en la crítica mutua, pero también en el reconocimiento recíproco y personal durante las asambleas comunes de intelectuales y obreros que tuvieron lugar tanto en las fábricas como en las redacciones y en las universidades. Una de las más características y originales manifestaciones de esta alianza son las comisiones obreras para la defensa de la libertad de imprenta y de información formadas espontáneamente en las fábricas y en los lugares de trabajo, los miembros de las cuales declaran que están dispuestos a tomar posiciones públicas, si alguien intentaba pisotear la libertad de información.

El resultado final del actual proceso de renacimiento en Checoslovaquia deberá ser la institución, respaldada en las leyes y la Constitución, de la democracia socialista como ordenamiento político que se basa en la socialización de los medios de producción, y en el cual el pueblo soberano, única fuente del poder, administra la cosa pública de manera que los trabajadores sean no solamente propietarios colectivos, sino también administradores y compartidores de las haciendas, y que todo ciudadano sea jurídicamente y efectivamente un sujeto inalienable de vida política, de derechos y deberes políticos. El fundamento de la democracia socialista no son las masas anónimas manipuladas y guiadas por un incontrolable grupo dominante (la burocracia política), sino los ciudadanos socialistas libres e iguales en cualidad de la vida política. Durante los acontecimientos actuales, van naciendo las células germinales que se pueden considerar fundamentos orgánicos y puntales de la democracia socialista.

A estas pertenecen: a) el Frente Nacional, alianza político-social de obreros, campesinos, intelectuales, jóvenes y funcionarios, alianza dinámica que existe en el diálogo político recíproco y comprende la posibilidad de una oposición y la formulación de alternativas sobre unas bases socialistas; b) la democracia política con libertad de imprenta, de expresión, de reunión y asociación, con una pluralidad política basada en el Frente Nacional; c) los consejos obreros o consejos de productores como instituciones autónomas de los trabajadores, que son no solamente propietarios colectivos, sino también administradores de la propiedad nacional (socializada). En este sentido, consideramos la democracia socialista checoslovaca una democracia integral, mientras que creemos que puede funcionar como una democracia real sólo si estos tres elementos fundamentales colaboran estrechamente y se mantienen unidos. Si uno de ellos se debilitara o llegara a faltar, esta democracia podría degenerar o volverse una simple democracia formal.

Los actuales acontecimientos de Checoslovaquia han puesto la política en el centro de la atención pública, la han convertido en quehacer de todos, pero también han indicado sus problemas. El elemento natural de la política es el poder; toda ella depende de la naturaleza de la política hacia el fin por el cual uno utiliza el poder existente y para qué sirve. La política no es simplemente una reacción a las situaciones ya producidas y definidas, no es solamente el hecho de disponer las fuerzas existentes. No tiene por base solamente las fuerzas sociales, los estratos y las clases, sino también las pasiones, la razón y los sentimientos del hombre. En toda política se engendran y se crean nuevas fuerzas, pero depende de la naturaleza de esta política, de lo que suscita y despierta en el hombre, de lo que libera, oprime y adormece en él. En el mundo actual, la política forma parte integrante de la educación, porque en la vida política se han despertado y desarrollado estas u otras potencialidades y posibilidades del hombre, porque toman en él relieve estos o aquellos modelos de comportamiento, de acción, de carácter. Depende del tipo de política, si esta, luchando por el poder o por su conservación y aplicándolo y ejerciéndolo, despierta en los hombres resentimientos, intereses privados, prejuicios, bajos instintos, y adormece, en ellos, el sentido de la justicia y de la verdad, los incita a las vulgaridades y a las violencias, o bien, al contrario, se preocupa de desarrollar como fuerzas propias y sostenimientos propios aquellas tendencias, pasiones, capacidades, potencias y posibilidades del hombre que le permiten vivir poéticamente y libremente sobre la tierra. La política también es siempre dirección de hombres, pero depende de su naturaleza a quién quiera dirigir y a quién efectivamente dirige: si masas anónimas, irresponsables, manipuladas, o bien, hombres que quieren ser ciudadanos libres y responsables. 

Los actuales acontecimientos de Checoslovaquia, pues, representan también una contribución a la discusión sobre la naturaleza y la misión de la política y sobre sus posibilidades en el mundo hoy.



[*] Texto publicado originalmente en checo como "Krize moderního člověka a socialismus" en Plamen X, 1968, n. 9, págs. 22 a 27. Reproducía, a su vez, una conferencia sobre los eventos presentes de Checoslovaquia para la asociación "Kultur und Volk", suiza, en junio del mismo año. La actual traducción al castellano, de Gerard Marín Plana, toma sin embargo como referencia la edición catalana de Manuel Carbonell en La nostra crisi actual. Barcelona, Edicions 62. 1971.

No hay comentarios:

Publicar un comentario