El mañana está en nuestras manos (1958)
Karel Kosík [*]
Los utopistas son maestros de la pintura en miniatura. ¡Con qué placer contagioso pueden mantenerse ante la extensa descripción de los detalles más remotos de una sociedad ideal de ensueño! La precisión de la miniatura eclipsa la incertidumbre del todo histórico. ¿Cómo vivirá la gente bajo el comunismo? Aquí está la respuesta de 1623, tal y como la ofrecía el monje italiano Campanella en su utopía social La Ciudad del Sol: "Casas, dormitorios, camas y todo lo que necesitan tienen en común. Cada seis meses, los jefes determinan dónde debe dormir cada cuál, quién en el dormitorio de enfrente y quién en el de atrás." Detalladamente se describe el banquete: "Las mesas se disponen en dos filas con asientos a cada lado; en unos se sientan las mujeres y en los otros los hombres, y hay tanto silencio como en los refectorios de los monasterios." Conocemos la moda de ambos sexos en La Ciudad del Sol: "Su vestimenta consiste en una camisa blanca, que se usa directamente sobre el cuerpo, y sobre ella un vestido, que es a la vez blusa y pantalón; también se usa unas calzas altas, similares a las botas, y sobre ellas unos zapatos."
Marx, en cambio, no está en absoluto interesado en los detalles de la sociedad socialista. No se trata de construir las visiones del otro mundo, sino de analizar el presente para revelar las fuerzas reales que revolucionarán las condiciones sociales. Aquí está la diferencia entre la p e r s p e c t i v a de Marx y la u t o p í a de Campanella. Ambas parten del presente y se dirigen hacia el mañana. Sin embargo, sus caminos divergen de manera radical. Hay un abismo entre el presente y el mundo onírico de la utopía. Los utópicos, tan generosos y lenguaraces, a la hora de construir el futuro son parcos de palabra, si la tienen; para decir cómo su visión se hará realidad. Por el contrario, en la perspectiva el presagio del mundo futuro no se cierne por encima de la sociedad, sino que es simplemente una expresión ideal de los gérmenes y tendencias que existen realmente en la sociedad misma. En segundo lugar: la utopía confunde constantemente las tendencias históricas a largo plazo y algunos fenómenos históricos transitorios, que idealiza y proyecta en el mundo ideal como "detalles reales". En la utopía de Campanella, por ejemplo, se entrelazan dos elementos distintos: el deseo de las masas explotadas por una sociedad sin clases y las condiciones idealizadas del monasterio católico, que se convierte en el monopolio del poder jerárquico y del saber en el esqueleto de la sociedad utópica r e a l. Y finalmente, en tercer lugar: la utopía se construye sobre principios rígidos de bien y mal, sobre el hombre falible de hoy y el ser humano ideal del futuro. Entre la miseria del hombre real y el estado ideal del futuro existe sólo un vínculo que es de naturaleza exclusivamente espiritual, y se llama: esperanza. La gente puede creer en la utopía, aguardar su llegada, pero no puede contribuir a su realización. Por el contrario, la perspectiva pone entre el hoy y el mañana un factor decisivo: la praxis transformadora del hombre, que cambia s i m u l t á n e a m e n t e las condiciones y las personas, y se convierte en un puente real entre el presente y el futuro.
El comunismo, así, significa un giro crucial en la relación de la humanidad con el futuro. Eliminó el dique entre el hoy y el futuro al descubrir y organizar las verdaderas fuerzas de la transformación revolucionaria de la sociedad, y en lugar de la vieja consigna utópica: "Embriagaos con brillantes visiones del mañana", dice a los trabajadores: "¡El futuro está en vuestras manos!"
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Quien vive hoy como un monje para poder sostenerse mañana como un hombre pleno, quien no tiene tiempo para el arte en la avalancha del trabajo de hoy pero espera que con su abstinencia allane el camino a multitudes caóticas de escritores, compositores y pintores, quien hoy miente y hace trampa sólo para que sus hijos vivan en el reino de la verdad y la justicia - sucumbe al error más fatal, se engaña a sí mismo. El futuro, que prepara cada hombre anónimo, no puede ser más que una continuación directa y una copia fiel del hoy, con el que algunos se comportan, con un pensamiento de desprecio, como con un provisional y mero precursor de algo grandioso. La gente puede prepararse para un futuro mejor sólo porque y sólo si se transforma y desarrolla a sí misma en esta lucha.
La meta de la vida es la vida misma, no la representación de una vida futura, nunca vivida, aunque fuera más hermosa. La representación del mañana puede ser parte de la vida real de hoy, pero no puede reemplazarla. Por lo tanto, las representaciones sobre el futuro comunista no pueden basarse en principios a partir de los cuales crezcan fantasías bíblicas o de cuentos de hadas. El mortal que, después de una miserable vida terrenal, llegaba al paraíso del otro mundo, dejaba todo menos su alma benévola y piadosa en la tierra, junto con sus restos. Llegaba ante el tribunal como un inocente, como una criatura de Dios que olvidó su pasado terrenal pecaminoso y negó, en nombre de la bienaventuranza en ese otro mundo, todo lo que realmente había creado en la tierra y lo que realmente había sido.
Cuanto más rica y completa es la vida r e a l de hoy, menos importantes son las visiones utópicas del futuro para la gente. Sin embargo, esto no significa que una sociedad socialista pueda prescindir de p e r s p e c t i v a s. Al contrario: así como todos los órdenes explotadores se caracterizan por utopías que reflejan el deseo de las masas por una vida mejor y, al mismo tiempo, su incapacidad para realizar tal vida, así son las perspectivas, típicas de una sociedad socialista, planes reales de acción decidida.
La perspectiva comunista ensambló el pasado revolucionario con el presente y el futuro. La prehistoria de la humanidad, plagada de "sapos de la codicia", la venganza y el hambre, está llegando a su fin. Pero fue en esta época cuando se formaron decisivamente los caracteres y las ideas de las personas que en 1917 iniciaron una nueva era de la humanidad. Por supuesto: el pasado capitalista de la Primera República se ha ido irremediablemente, pero debe ser mantenido todo lo que constituyó la grandeza y el pathos de la lucha revolucionaria contra esta realidad. El fascismo está enterrado en nuestro país para siempre: pero es necesario preservar la humanidad y el coraje de la lucha contra esta oscuridad. Por eso un soldado de la Revolución de Octubre y un voluntario de la Guerra Civil Española son tan importantes para una sociedad socialista como aquellos que han tenido la fortuna de construirla en la práctica. Porque la sociedad socialista se desarrolla y, junto con la base material, todo el carácter, moral y características sociales que caracterizaron a las minorías conscientes de revolucionarios proletarios en el pasado.
La perspectiva no es sólo una mirada al futuro, aunque el tender hacia lo próximo es su característica básica. La perspectiva no es tampoco un vistazo al pasado, aunque la continuidad de la historia es para ella un elemento importante. La perspectiva es el resultado de la búsqueda de las fuerzas reales del presente que portan los gérmenes del mañana, y sus posibilidades y cualidades son verificadas por la lógica de todos los desarrollos anteriores. La perspectiva es tanto una previsión sobre el futuro como una referencia de si el presente continúa en la espiral de los grandes períodos del pasado. Cada tiempo es grande no por cuán radicalmente se separó del pasado, sino por cuánto contenido llenó el presente y por cuán nobles perspectivas incorporó a las personas en la vida cotidiana.
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La perspectiva es una continuación de las tendencias históricas reales actuantes. Esto, por un lado, da valor y sentido a la acción práctica (toda acción sin perspectiva, es decir, sin un fin, es vana), y, por otro lado, se convierte en una referencia histórica del progreso histórico parcial y de las medidas concretas. Toda medida de una sociedad socialista debe examinarse no sólo en términos de las tareas i n m e d i a t a s que realiza, sino también al mismo tiempo en qué grado apoya y realiza las tendencias históricas.
Para la teoría marxista, por lo tanto, la cuestión no es en absoluto aceptar o no aceptar las resoluciones del Partido Comunista y del gobierno socialista, sino cómo entender y realizar estas medidas para llevar la victoria del socialismo al alcance de la mano. La teoría marxista sigue siendo crítica incluso bajo el socialismo. O más precisamente: con solo ser crítica, se vuelve positiva. La base de su criticidad está en que cada paso práctico en la construcción del socialismo se ubica en el marco general y el flujo del desarrollo histórico y, así, lleva a cabo un trabajo que ninguna de las ciencias especiales o áreas de la práctica puede hacer. Donde ciencias especiales o secciones de la práctica ven solo medidas e s p e c i a l e s, las teorías deben revelar un contexto g e n e r a l; donde solo se prueban efectos i n m e d i a t o s, deben encontrarse otros vínculos y mediaciones.
Una actitud crítica hacia las realidades socialistas no es una crítica desde afuera, sino una crítica de formas dadas, etapas dadas desde el punto de vista de procesualidades, tendencias y perspectivas de desarrollo. La diferencia es si la filosofía marxista toma una posición sobre las tendencias y las perspectivas históricas, y desde allí evalúa c o n c r e t a m e n t e cada forma y etapa de desarrollo, o si se identifica con una forma y etapa histórica dada, la considera absoluta y final. En el primer caso, su actitud es dialéctica, es decir, crítica y positiva al mismo tiempo; en el segundo caso, es apologética y ecléctica.
En este sentido, cobran gran importancia las medidas que nuestro pueblo está tomando en el manejo de la economía por iniciativa y bajo la dirección del Partido Comunista.
Extensión de la autoridad y la responsabilidad, profundización del centralismo democrático y extensión de la participación de los trabajadores en el manejo económico son otros pasos históricos para que la sociedad controle y planifique su propio desarrollo, para que las relaciones entre las personas se vuelvan transparentes y para que cada individuo tenga la posibilidad de afectar el complejo mecanismo de los sucesos sociales, de los cuales él mismo es factor activo.
Mientras que el crecimiento del capitalismo es una reproducción aumentada de las condiciones donde, al mismo tiempo que la producción de plusvalía, el trabajador engendra una y otra vez su dependencia del capitalista, y donde, a la vez, los productos de su trabajo, toda la civilización, toda la riqueza de la sociedad, se convierten en una fuerza extraña que lo aplasta y en un misterio confuso que no puede escudriñar, y donde permanece la única perspectiva real -para romper este orden, el proceso opuesto ocurre bajo el socialismo. La extensión de la producción socialista va acompañada de una profundización de las relaciones socialistas, una creciente l i b e r t a d r e a l de los trabajadores.
[*] Texto publicado originalmente en checo como "Zítřek je v našich rukou" en el periódico Literární Noviny el 4 de enero de 1958. Págs. 1 y 4. La traducción al castellano, provisional, es de Gerard Marín Plana.
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