martes, 5 de agosto de 2025

Josef Zumr: Sobre Karel Kosík y no sólo sobre él (2015)

Sobre Karel Kosík y no sólo sobre él (2015)

Josef Zumr [*]


Doctor, para empezar, me interesaría mucho saber cómo se conocieron con Karel Kosík.

Es muy sencillo. En 1953, me incorporé al entonces Gabinete de Filosofía de la Academia Checoslovaca de Ciencias, poco después de que se fundara la nueva Academia Checoslovaca de Ciencias. Kosík fue uno de los primeros trabajadores de este Gabinete, se había incorporado allí unos seis meses antes. Personalmente, nos conocimos allí, pero ya me había cruzado con él en una conferencia pública sobre los demócratas radicales. Entonces, yo también trabajaba en este tema, así que me interesaba la conferencia. Ya conocía algunos de sus artículos publicados sobre los demócratas, así que fui a oírle hablar -ahí nos pusimos en contacto-. En el Gabinete nos veíamos prácticamente a diario, varias veces por semana, y pronto nos hicimos tan amigos que, por así decirlo, nos volvimos amigos personales.
 
Así que no sólo se conocieron en el lugar de trabajo, sino también fuera de él.

Sí. Ya escribí esta historia de mi encuentro con Kosík, creo que fue para un colega de la Universidad de Bohemia del Sur que estaba escribiendo un trabajo sobre él. Tengo el texto en alguna parte, podría enviárselo. Es una historia más coherente.

Con mucho gusto.

Con Kosík estuvimos en contacto hasta su muerte.

¿Por qué decidió Karel Kosík estudiar filosofía? ¿Por qué estudió filosofía usted?

A veces es difícil formularlo con precisión. Ya había tenido interés en la filosofía en el instituto, en el liceo -y así, de forma bastante natural, me encontré en la facultad de filosofía-. En la época, cuando empecé a estudiar en la facultad, eso no era ningún problema. Entonces todavía no se habían implantado las nuevas reformas educativas y la universidad seguía los principios que se habían establecido cien años antes, en la reforma Exner-Bonitz de 1848-49, cuando la universidad tenía un estatus muy libre. Cualquiera con un título de bachillerato podía postularse para estudiar, elegir una especialidad que le interesara y ponerlo en el índice. El bedel te daba un sello y con eso bastaba. Si se estudiaba un doctorado, no un curso de enseñanza secundaria, la única obligación era completar cuatro años -tener cuatro años inscritos en el índice-, presentar una disertación y aprobar el llamado examen doctoral, que era una gran prueba en la especialidad, que en mi caso era en filosofía, y un pequeño examen en una especialidad menor, en mi caso la literatura eslava. Así pues, tras la superación de estas pruebas y tras la aceptación de la disertación doctoral, que tenía que ser evaluada por dos profesores, el estudio terminó y eso fue todo. Qué hiciste mientras tanto, nadie te lo preguntaba. Dependía de ti qué ponías en el índice, qué conferencias escuchabas. Las conferencias no eran obligatorias, sólo los seminarios -si el profesor te llevaba a un seminario, entonces se requería un trabajo de seminario o, a veces, un pequeño coloquio, o simplemente una confirmación de asistencia, y un sello en el índice. Así pues, estudiar era totalmente libre. Era bueno estudiar en aquella época, sin toda esa clase de regulaciones que, afortunadamente, no comenzaron hasta un año después de que me apuntara a la facultad, y eso fue en el año 1947. Desde 1948/49 se introdujo una reforma: los estudios comenzaron a ser obligatorios y todo quedó sujeto a control. No sé si en ese tiempo ya eran también obligatorias las pruebas de ingreso, no lo recuerdo con exactitud.

Cómo llegó Kosík a la filosofía es difícil de decir; él ya tuvo interés sobre los asuntos sociales durante la guerra. Kosík era dos años mayor que yo, así que se graduó antes en el instituto. Durante la guerra fue miembro del grupo ilegal Předvoj, sus actividades fueron descubiertas y sus miembros internados en el campo de concentración de Terezín. Se recoge en el libro de Alena Wagnerová sobre Předvoj -al final de la guerra en 1945 algunos de sus camaradas no escaparon a la ejecución, él escapó por casualidad. Después de la guerra, en 1945, empezó a estudiar en la facultad. Creo que se apuntó a Filosofía y Sociología, no lo sé exactamente. Después de un año o dos se fue a estudiar a Moscú y a Leningrado, eran los primeros intentos de beca al extranjero, Kosík formó parte de la primera promoción de estudiantes de la facultad de filosofía que tuvo la oportunidad de recibirlas. Pasó allí, creo, dos años. Después volvió y terminó sus estudios con un doctorado.

¿Durante sus estudios se centró en la filosofía marxista, o hubo otros caminos que tomó?

No, su principal interés era la filosofía marxista. Y también la política, por supuesto.

¿Así que se interesó activamente por los sucesos políticos?

Sí. También escribía artículos de actualidad para los periódicos. Ni siquiera tenemos todavía un mapa de todo lo que publicó en ese tiempo. El propio Kosík no se pronunciaba mucho al respecto. Cuando preparamos un libro para su 75º cumpleaños, tenía que haber una lista con sus obras, y el colega que se encargó de compilar la bibliografía pidió su colaboración. Kosík no quiso que se incluyeran sus primeros artículos de política general ni sus artículos periodísticos, por lo que la lista comenzó con los trabajos en torno a la Democracia Radical [1*].

¿Por qué motivo?

Probablemente pensó que estaban anticuados. Sólo ahora, en relación con la publicación de los escritos recopilados de Kosík, se está preparando una bibliografía completa.

¿Cuáles fueron las influencias que marcaron su pensamiento? ¿Se puede hablar de influencias o sólo estudió las obras de los filósofos marxistas?

Kosík habló de ello en una entrevista publicada en el libro Meditaciones hacia adelante y hacia atrás, el libro para el 75º cumpleaños de Kosík. En ella habla acerca de su juventud y de su entorno familiar. Su familia se formó en el ambiente democrático de la Primera República y su patriotismo. Kosík fue miembro del Sokol y su padre era un Masarykista convencido. Con estos presupuestos ideológicos, Kosík entró a estudiar en el instituto. Más tarde, bajo la influencia de compañeros mayores, se involucró en las actividades del grupo ilegal Předvoj, donde entró en contacto con el pensamiento marxista. Eso le influyó el resto de su vida. 

Me gustaría preguntarle por el grupo ilegal Předvoj. ¿Podría contarme algo más sobre él?

Fue un grupo de jóvenes que no quisieron aceptar la ocupación nazi y se opusieron activamente a ella: imprimían panfletos, organizaban actividades de inteligencia, ayudaban a las familias de los encarcelados. Eran cercanos al Partido Comunista. La Gestapo descubrió el grupo, sus miembros fueron detenidos y enviados a Terezín. Muchos de ellos fueron ejecutados en los dos últimos días de la guerra. A ellos, sus amigos, Kosík les dedicó Democracia radical.

¿Qué le interesaba a Kosík fuera de la filosofía? ¿Tenía otras aficiones?

Por supuesto que le interesaba la literatura, la literatura clásica, la narrativa, la historia checa -todo estaba relacionado con su orientación intelectual-. Tenía un gran interés en las artes plásticas, así que más tarde, cuando tuvo la oportunidad de dedicar dinero a este placer, logró adquirir cuadros de Emil Filla y algunas obras de la generación más joven de artistas. Más tarde heredó la casa de campo de su padre en Všenory, cerca de Praga, donde cultivaba rosas con un gran refinamiento. Le gustaba conversar con los amigos, pero no era un hombre que no pudiera vivir sin compañía. También le gustaba estar solo y buscaba a los amigos si sentía la necesitar de comunicarse. No tenía exactamente aficiones en el verdadero sentido de la palabra, que yo sepa, coleccionar sellos o algo parecido. Libros, eso sí, pero eso formaba parte de la profesión.

¿Se interesaba activamente por los sucesos políticos en el país y en el mundo?

Sí, se interesaba muy activamente desde sus años estudiantiles y luego, por supuesto, cuando trabajo aquí en el Instituto. Su interés por lo que ocurría era totalmente natural, porque la filosofía, en su propia esencia, tal y como la entendíamos entonces, también formaba parte de los sucesos públicos, y los acontecimientos cotidianos se imponían directamente a los filósofos para que pensaran sobre ellos. La orientación hacia los sucesos presentes era incuestionable, y de ahí se derivaba el deseo de influir y cambiar de algún modo esos sucesos -de acuerdo con la concepción marxista-. Kosík siguió siendo miembro del Instituto hasta principios del año 1968, cuando recibió una cátedra en la Facultad de Filosofía y pasó allí de forma permanente. Sin embargo, siguió colaborando con el Instituto, con la academia. Entonces, al comienzo de la llamada "normalización", fue despedido de la Facultad. Todo terminó allí, al igual que no había posibilidad de volver al Instituto Filosófico, porque todo el grupo en del que formaba parte Kosík fue expulsado del Instituto, más de un tercio de sus trabajadores.

¿Cuál era el motivo de la "peligrosidad" de Kosík?

La crítica de la política del Partido Comunista. Desde 1954/1955 se originaron muchas discusiones sobre el presente político en el seno del Gabinete -y también sobre la comprensión del marxismo-. La crítica se intensificó hacia cuestiones ideológicas occidentales, hasta llegar a una situación conflictiva a finales de los años 50, cuando las máximos órganos del partido trataron de "corregir" a los filósofos de la academia y de algunas escuelas superiores. Se emitió una resolución sobre filosofía en la que se señalaba a Kosík, entre otros, como representante de una revisión "pseudomaterialista" del marxismo. En la práctica, la tensión duró toda la década de 1960, durante el llamado proceso renovador. Fue entonces cuando finalmente Kosík entró en política activamente. Fue elegido miembdo del Comité Central del Partido en el Congreso de Vysočany. Durante el proceso de "normalización" fue expulsado del partido como muchos otros de ideas afines.

¿Karel Kosík entró en el partido gracias a alguien que le invitó, o lo buscó él mismo?

Entró al partido ya en la clandestinidad bajo la ocupación alemana como miembro del grupo Předvoj. La mayoría de sus miembros eran cercanos al partido.

¿Así que se metió en el partido pensando que algo cambiaría?

Sí, que después de la guerra habría nuevas condiciones que serían diferentes a las de antes de la guerra. En general, todo el movimiento de oposición a la ocupación se basaba en gran parte en que después de la guerra la sociedad tendría que organizarse distintamente a lo que había sido la Checoslovaquia de entreguerras, con cambios menores o mayores en función de las ideas que orientaran los distintos grupos de resistencia. El grupo que se orientaba hacia el Partido Comunista presuponía que los cambios serían radicales, que Checoslovaquia cambiaría crucialmente. Pero tampoco en esto había una unidad plena, cristalizó a lo largo de los años y siempre hubo discusiones.

¿Había parientes o conocidos de Kosík en el Partido? Si es así, ¿entraron juntos o cada uno por su cuenta...?

Kosík era hijo único, no tenía hermanos, así que en ese sentido, como familia...

Pensaba quizás en sus padres o parientes cercanos...

Eso era un poco más complicado, porque su madre se divorció de su marido. Y aunque Kosík estaba en contacto con su padre, éste no se orientaba hacia el Partido Comunista. Su madre, pienso, tampoco, porque era costurera de profesión, y más bien buscaba mantener a la familia. En la facultad, por supuesto, Kosík perteneció al grupo comunista, que era, de facto, no quiero decir el más fuerte, pero sin duda el más destacado de todas las orientaciones. La Facultad de Filosofía había sido tradicionalmente de orientación izquierdista ya antes de la guerra, y de nuevo y con más fuerza después de la guerra. Aunque había otros partidos que por supuesto estaban representados ahí -socialdemócratas, populares, nacional sociales, todos ellos existían-, el Partido Comunista era el más fuerte, el más destacado y sin duda el más perfilado. Así que Karel Kosík pertenecía a este grupo. Pronto se casó con Růžena Grebeníčková -Růžena siempre fue una de las comunistas más radicales en la facultad-.

Así que Kosík esperaba que el partido cambiara las condiciones...

Seguro.

¿Qué papel desempeñaba en el Partido?

No actuó como funcionario, tal vez tuvo algunos cargos menores, pero sin duda en el nivel más bajo. En aquel tiempo no aspiraba a ningún cargo político, su principal interés eran la ciencia y la teoría, no intervino en la práctica política como funcionario. En el Instituto de Filosofía, antes en el Gabinete, creo que fue durante un tiempo miembro del Comité del Partido, que era el rango más alto que podía alcanzar allí. Pero incluso de eso se distanció después... Su carrera política no culminó de facto hasta el año 1968, con su ingreso en el Comité Central. Por lo demás, fue miembro de la redacción de Literární noviny prácticamente desde principios de los años sesenta, y fue uno de los miembros más destacados del consejo, que marcaban la línea del periódico. También formó parte del comité de la Unión de Escritores, que era un órgano más amplio. Por lo demás, no buscaba funciones políticas, no eran de su interés.

¿Cómo percibía el marxismo? ¿Percibía positivamente a Marx? ¿El Marx de qué época?

Kosík fue un marxista convencido, así que tomaba a Marx como un pensador en su totalidad, aunque no compartiera todas sus opiniones. Pero eso era en un nivel teórico. Donde creía que había que perfeccionarlo -eso se muestra en todo su libro Dialéctica de lo Concreto-, intentaba reflexionar acerca de aquello de lo que, en su opinión, carecía el marxismo con la ayuda de otros pensadores. Pero básicamente se mantiene en una posición marxista. Y por lo que pude seguir hasta sus últimos momentos, no abandonó esta posición, fue marxista hasta su muerte.

¿Qué era lo que le llamaba la atención en ese sentido, cuál era la idea principal que le atraía?

Básicamente, era la reforma de la sociedad, de organizar la sociedad sobre bases más racionales y mejores que las de la sociedad existente, por decirlo suavemente, capitalista. Las carencias evidentes del capitalismo no eran percibidas únicamente por los marxistas, también los partidarios del capitalismo admitían que el sistema necesitaba reformas, aunque sin llegar al extremo de negarlo completamente, intentaban más bien introducir diversos cambios –y no sólo los marxistas hacían eso–. Pero los marxistas estaban convencidos de que era necesario reconstruir la sociedad desde sus fundamentos, sobre principios completamente distintos, en el espíritu de lo que proclamaba Marx.

¿Y cómo veía, por ejemplo, a Lenin o a Stalin?

La relación con ellos fue evolucionando dentro de todo el movimiento comunista, no solo en nuestro país. Al principio, Kosík pertenecía al grupo de comunistas convencidos que veían en la URSS la realización de los ideales de Marx, tal como los llevaban a cabo Lenin y Stalin. Seguramente también tenía muchas reservas críticas sobre lo que ocurría en la URSS, pero una revisión más profunda de su postura, especialmente respecto a Stalin –y en relación con esto también, sin duda, respecto a Lenin, aunque sobre todo a Stalin–, se produjo tras la muerte de este en 1953 y después del XX Congreso del PCUS en 1956, con la gran crítica a Stalin. Kosík compartió esa crítica.

¿Cómo percibía el comunismo en otros países?

Bueno, esa es una cuestión un poco complicada…

… iba a menudo al Instituto Gramsci…

Tenía muchos contactos con marxistas, tanto italianos como franceses, menos con alemanes, que yo sepa, pero también con polacos, por ejemplo. Así que estaba bien informado sobre lo que ocurría en esos países y simpatizaba con muchas de las cosas que allí se promovían. Especialmente le eran muy simpáticas las dinámicas dentro del partido italiano, la política de Togliatti y de los marxistas y comunistas italianos de entonces. En el instituto lo seguíamos con gran simpatía –leíamos sus discursos, artículos–, circulaban como literatura no oficial. Por ejemplo, durante la insurrección húngara de 1956, ya habíamos estado siguiendo lo que se publicaba en Hungría. En Polonia, en ese entonces, también había un proceso paralelo, aunque en cada país tuvo un desenlace diferente, así que esos esfuerzos reformistas de los partidos comunistas fueron seguidos en nuestro instituto con gran interés, al menos por cierto grupo de personas.

¿Se relacionó con Sartre?

No personalmente. Sartre estuvo aquí dos veces y en esas ocasiones hubo más bien contactos sociales formales. Por supuesto, Kosík conocía sus obras y las había estudiado. El contacto más cercano se produjo ya en los años setenta, con el caso del archivo que la STB confiscó a Kosík. Entonces escribió una carta abierta que dirigió, entre otros, a Sartre. Sartre respondió y expresó su apoyo a Kosík. Pero eso fue ya en una época en que Kosík era una figura reconocida internacionalmente, también Sartre lo conocía seguramente por entonces. Pero contactos personales anteriores, que yo sepa, no hubo.

Ahora me gustaría preguntarle por las reacciones hacia la persona de Karel Kosík, o eventualmente hacia su Dialéctica de lo concreto. ¿Por qué fue perseguido Kosík? ¿Cuál fue su falta? Hemos hablado de que fue principalmente por expresar activamente sus opiniones sobre la situación política.

Sí.

¿Había alguna cosa más?

No se trataba principalmente de declaraciones críticas sobre la situación política, sino sobre todo de opiniones teóricas que Kosík sostenía. Dentro de un mes se publicará un libro que se titula Sesenta años de la revista Filosofický časopis [1]. El libro tiene dos partes: en la primera se reproducen los debates que tuvieron lugar desde finales de los años cincuenta entre un grupo de personas del Instituto de Filosofía que ya entonces tenían opiniones distintas sobre el marxismo o sobre algunas cuestiones del marxismo, y, por supuesto, también sobre la política. Pero lo que molestaba a los órganos superiores del Partido en aquella época eran precisamente esas opiniones teóricas. El debate se centraba en algunas publicaciones o artículos redactados por trabajadores del Instituto, que los marxistas alineados con el Partido, adeptos a un marxismo dogmático, consideraban peligrosos para el desarrollo futuro del Partido y de la filosofía marxista, y a los que reaccionaron con críticas. El primero fue la crítica a varios artículos del colega Tondl publicados alrededor de 1957/1958, que fue tachado —también posteriormente en una resolución del Partido— de representar una desviación neopositivista del marxismo. Se le reprochaba un retorno al positivismo, la infravaloración de algunas opiniones de Marx, etc. En el libro se incluye este debate y el artículo de Tondl que fue objeto de crítica. A continuación, se reproduce la crítica formulada por los ideólogos y filósofos del Partido. El segundo texto fue el artículo de Kosík Las clases y la estructura real de la sociedad, de 1958, que los críticos calificaron de desviación pseudohegeliana y pseudomaterialista, recibió diversos nombres. Fue tachado de revisión del marxismo, que retrocedía desde las posiciones marxistas hacia una filosofía anterior al marxismo, la de Hegel. Ese texto también será publicado en el libro, junto con la reproducción del ataque a las opiniones de Kosík. Por razones de extensión, no hemos podido publicar todos los materiales íntegros, así que se mencionará en un texto introductorio. Y la tercera parte está dedicada al debate en torno al libro de Robert Kalivoda La ideología husita, que, afortunadamente, fue publicado íntegramente en Filosofický časopis. Se incluye tanto la crítica de Machovec a ese libro, como el debate más amplio organizado por la redacción de la revista, en el que participaron unas diez personas —y que se publicó íntegro en la revista—. Ese debate será reproducido en su totalidad. A esa parte del debate pertenece también un texto introductorio que aporté yo mismo, más bien como testigo de los hechos, en el que se intenta captar la atmósfera en la que esos debates tuvieron lugar, así como algunos datos que hasta ahora no eran conocidos. Todo esto está explicado con mucho detalle. Todo este conjunto está enmarcado por un estudio del colega Mervart, que es un historiador especializado en los años sesenta. Allí se ofrece una historia de Filosofický časopis tal como se fue configurando a lo largo de esa década. En ese estudio encontrarás muchas de las cosas que estás preguntando.

¿Cómo transcurrió la persecución? ¿Hubo indicios tempranos de que algo podía pasar? He oído que también le afectó a usted, que tuvo que apartarse. ¿Cómo lo vivieron usted y Karel Kosík? ¿Qué significó para ustedes? ¿Cómo lo sentían interiormente? ¿Intentaron seguir trabajando informalmente...?

Es una historia bastante larga, que comienza ya en los años cincuenta, cuando en el Instituto se formó un pequeño grupo de personas que empezaron a tener una actitud crítica hacia la situación de entonces, principalmente hacia la política del Partido. Tanto en términos generales —en la política nacional— como en la política que afectaba a la ciencia y, en especial, a la filosofía. Porque en aquel momento todo estaba bajo el patrocinio del Partido: el Partido lo dirigía todo. El Gabinete, y más tarde el Instituto, que era parte de la Academia de Ciencias y a la vez un centro de trabajo que se ocupaba de cuestiones ideológicas —la filosofía y la filosofía marxista—, estaba bajo una vigilancia especial del Comité Central del Partido. Había allí un empleado designado que asistía a nuestras reuniones, tanto a las reuniones del Partido como a las reuniones generales, y observaba lo que ocurría; eventualmente, informaba a los órganos superiores. Así que estábamos bajo una doble vigilancia: por un lado, en términos científicos, rendíamos cuentas a los órganos académicos que nos financiaban y querían ver resultados; y por otro, bajo una vigilancia ideológica especial sobre nuestro centro de trabajo (durante algún tiempo incluso sobre el Instituto de Historia), lo cual era una excepción dentro de la Academia, salvo el Presidium, donde también había un trabajador del aparato del Partido que asistía y vigilaba lo que ocurría a nivel académico más alto. Nuestro Instituto de Filosofía, por tanto, estaba sometido a una vigilancia especial precisamente en lo que se refería al ámbito de la filosofía. Y, por supuesto, también sobre los resultados de los debates que allí se mantenían, los cuales se llevaban a cabo, en buena medida, en una atmósfera de libertad...

¿Con eso piensa en discusiones dentro del centro de trabajo, discusiones privadas, o discusiones que luego se publicaban en revistas...?

Principalmente a discusiones dentro del centro de trabajo. Tenían lugar o bien en un pequeño círculo de almas afines, o bien en el marco del partido, porque dentro de la academia éramos considerados de facto un centro de trabajo del partido bajo vigilancia del partido. Todos los trabajadores del centro eran miembros del partido, incluso era condición para ser miembro del gabinete. La única excepción fue Patočka, a quien sacamos de un centro pedagógico del Instituto de Pedagogía de la Academia Checoslovaca de Ciencias, donde reinaban unas condiciones ideológicas espantosas –estaba bajo supervisión de antiguos profesores-comunistas, que vigilaban todo tipo de cosas–. Patočka se sentía allí completamente perdido, por así decirlo, aunque para él fue una especie de salvación –cuando a comienzos de los años 50 no tenía trabajo, lo admitieron allí, pero se sentía muy incómodo y limitado–. Y luego se logró, creo que en 1958, que unas pocas personas que estaban en contacto personal con Patočka lo incorporaran como trabajador al Instituto de Filosofía, donde oficialmente se encargaba de la edición, lo cual no era políticamente tan expuesto. Tenía la tarea de editar a los clásicos de la filosofía en traducción checa, una actividad que además le gustaba. Y allí pudo trabajar como no afiliado al partido, porque en su puesto no se aplicaban estrictos criterios ideológicos. Pudo trabajar allí tranquilamente, también en sus propios escritos filosóficos, allí defendió su tesis doctoral sobre Aristóteles, y publicó también diversos textos tanto en la Revista Filosófica, cuando ya en los años 60 se relajó la situación, o en otras revistas especializadas. Por lo demás, todos los trabajadores científicos eran miembros del partido. Por eso también las discusiones podían tener lugar en el marco del partido, ya fuera en reuniones plenarias o en encuentros convocados especialmente para ciertos temas. En general, en una atmósfera bastante libre. No obstante, los resultados o aquello de lo que se hablaba no quedaba sólo entre nosotros. Lo que se decía aquí, algunos trabajadores del instituto que estaban más estrechamente ligados a la dirección del partido, o aquellos que acudían como supervisores, lo transmitían más arriba. Y cuando el asunto ya adquiría proporciones demasiado críticas, y no se refería solo a cuestiones puramente políticas, sino también a discusiones en un nivel especializado superior, algunos trabajadores del aparato consideraban que eso comenzaba a ser peligroso. Se dictó una primera resolución sobre filosofía precisamente en el año 1958, adoptada por los más altos órganos del partido, donde se criticaba al frente filosófico, como se le llamaba entonces, por no ceñirse estrictamente a las opiniones marxistas, por permitir la penetración de ideas burguesas enemigas, y por la necesidad de que los filósofos se enfrentaran a ello y encontraran nuevamente el camino correcto hacia la política del partido. Y como forma de represión, puede decirse, la resolución incluía que todos los trabajadores científicos debían cambiar de práctica, para tener un contacto más estrecho con la clase obrera, y adquirir ideas distintas a las que defendían en el centro de trabajo. Esa fue una parte de la resolución, que luego no solo afectó al Instituto de Filosofía, sino a todos los centros donde se impartía filosofía marxista –en todas las universidades, incluso en las de orientación técnica, donde las conferencias de marxismo-leninismo eran obligatorias para todos los estudiantes– y las impartían filósofos o expertos en ideología más o menos cualificados. Y todas esas personas, que eran varias centenas, o al menos muchas decenas, tuvieron que pasar un año de práctica del partido. Y como esto fue después del XX Congreso del PCUS, que entonces condenó los llamados métodos administrativos en el trabajo del partido, es decir, que a alguien lo expulsaran del centro de trabajo por sus opiniones y lo enviaran al gulag, en nuestro caso se enviaba a la producción. No era popular que de repente a decenas de personas las enviaran a otro lugar y les suspendieran de su empleo. Se les ocurrió entonces que los profesores de ideología irían a la producción, pero seguirían siendo trabajadores de sus centros de trabajo, seguirían cobrando su salario, solo que estarían entre la clase obrera. Lo cual los órganos del partido se imaginaban así: no se trataba de ir a trabajar, por ejemplo, a un torno o algo por el estilo, sino de participar en la vida del partido –nos enviaban a secretarías del partido a nivel distrital, que tenían el contacto más directo con las masas trabajadoras porque supervisaban todas las empresas y oficinas, o bien a las secretarías del partido de grandes fábricas, donde había muchos miembros del partido: Škodovka [Škoda] y otras grandes empresas, donde las secretarías o comités del partido estaban al nivel de una secretaría distrital, aunque fuera dentro de una fábrica. Kosík, por ejemplo, de este modo terminó en Waltrovka –entonces se llamaba de otra manera–, una empresa de ingeniería con varios miles de empleados. Yo pasé un año en la secretaría del partido en Holešovice, en Praga 7. El trabajo consistía en que nos enviaban a reuniones del partido en diversas empresas –así que yo iba al matadero, a la pescadería, y visitaba ese tipo de lugares. Era obligación participar allí en las reuniones plenarias de los órganos del partido, o en reuniones de los comités, y allí transmitir las opiniones de la dirección de la secretaría distrital. Era un trabajo inútil y además molesto, pero también dependía de las condiciones locales, de cómo se lo tomaban en serio. En general nos recibían de manera bastante amistosa, en algunos lugares había pequeños conflictos, pero en esencia no era nada personalmente peligroso, más bien era un asunto molesto, escuchar discursos sobre si había que aumentar la producción de conservas de pescado y cosas por el estilo. A veces era bastante cómico. Por ejemplo, me encargaron negociar con el comité del partido en la Academia de Bellas Artes, que se encuentra en Holešovice, para fortalecer la base partidista entre trabajadores y estudiantes. Había pocos miembros del partido, según había detectado el comité distrital. Era algo completamente cómico, porque entré a negociar con el entonces rector, el profesor Kotalík, a quien conocía tanto por sus trabajos académicos como personalmente a través de mi esposa, que tenía contacto con él como trabajadora editorial. Asistí a una reunión del comité donde participaban miembros de la vanguardia de preguerra, como el caricaturista Pelc o Vojtěch Tittelbach, antiguo surrealista, que eran miembros del partido y del comité. Cuando expuse el deseo de nuestro secretario principal, decían: “¿Dónde íbamos a encontrarlos, por favor? Mire a esos estudiantes, todos son bohemios, no tienen ningún interés en el trabajo del partido”. Pero al final conseguimos redactar alguna resolución. Un par de asistentes, que más bien pensaban en su carrera futura, ingresaron al partido para poder quedarse en la escuela y tener algún futuro. Luego yo, imprudentemente y por iniciativa propia, invité a ese comité a la secretaría cuando sesionaba el comité partidario del distrito, para que se tratara allí el asunto. Sin embargo, no lo consulté de antemano con el secretario principal, que era un hombre bastante sensato. Así que llegaron los señores, encabezados por el rector, a la secretaría, y le digo al secretario principal que han venido los camaradas de la Academia de Bellas Artes y que podríamos tratar allí el asunto. Se horrorizó: “¿Cómo se te ocurre invitarlos aquí, entre estos tíos?” Justo entonces estaban los jefes de los comités partidarios del matadero, de Rybeny y de otras empresas por el estilo. “¡Haríamos el ridículo! Cálmalos y diles que yo mismo iré a su reunión y lo discutiremos allí.” Así es como se manejaban los asuntos del partido. Ese fue el castigo que recibimos. Resultó que si enviaban a todos a la práctica al mismo tiempo, no quedaría nadie para enseñar, así que se repartió en tres años –en el plazo de tres años todos tenían que cumplir esa estancia. Pero luego se disipó el entusiasmo inicial, así que quienes fueron el segundo año lo tuvieron solo por medio año, y los que les tocaba el tercero, solo por tres meses. Así que al final quedó en nada. Esa fue la primera persecución. Fue en 1958, 1959, 1960 y terminó en 1961. No obstante, las cabezas no se enderezaron demasiado, así que las discusiones continuaron y fueron cada vez más duras y mucho más críticas hacia los órganos del partido. También nos permitíamos más. La presión del Comité Central durante los años 60 fue mucho mayor. Como toda la política del partido, tenía sus altibajos. Un año era más suave, luego se volvía a endurecer. Era variable. Además, para volver un momento atrás: en relación con la resolución de 1958, el entonces secretario ideológico del Comité Central, Hendrych, junto con otro alto funcionario, Koucký, visitaron en Moscú al filósofo Arnošt Kolman. Este era un comunista de preguerra que, durante la Primera Guerra Mundial, como legionario checo, se unió a la Revolución de Octubre. Había estudiado matemáticas y física en Praga, pero se convirtió en ideólogo y filósofo, y durante todo el periodo de entreguerras trabajó en la Unión Soviética en cargos bastante altos en el ámbito ideológico. Después de la guerra de 1945 fue llamado a regresar para enseñar marxismo como profesor en la Facultad de Filosofía, lo cual hizo con gran resonancia. Yo asistía a sus clases, pero en el verano de 1948 entró en conflicto con Gottwald, porque tenía una opinión diferente sobre la colectivización de la agricultura, y lo expulsaron del país. Stalin lo mandó a prisión. Pasó tres o cuatro años en la prisión moscovita de Ljubljanka, no fue a un gulag, pero posiblemente la prisión fuera aún peor. Solo después de la muerte de Stalin fue liberado, rehabilitado, y regresó a su trabajo filosófico, aunque ya en una posición subordinada. Precisamente a este Kolman lo buscaron Hendrych y Koucký, pensando que podría ayudar a enderezar las cabezas de los filósofos checos. Lo invitaron, la Academia lo nombró de inmediato director del Instituto de Filosofía, creo que fue en 1959, y con esa reputación debía imponer los principios del marxismo ortodoxo. Sin embargo, Kolman había cambiado durante su estancia en prisión. Al contrario, se unió a nosotros y apoyó mucho nuestras actividades, lo cual, naturalmente, no fue del agrado de quienes lo habían traído. Además, entró en conflicto con Novotný, el entonces presidente y primer secretario del partido, a quien criticaba por el culto a la personalidad y otras cosas. Así que aprovecharon la ocasión: Kolman cumplió setenta años en 1962 y, de facto, debía terminar su actividad por jubilación. É pensaba que lo dejarían continuar en funciones, pero la Academia, por indicación de los órganos del partido, lo envió a jubilarse. Con ello, fue apartado también de la dirección del Instituto. Kolman regresó a la URSS, pero siguió en contacto con nosotros. Venía a visitarnos con frecuencia, ya que su hija vivía en Praga, y siempre pasaba por el instituto a conversar. Nos apoyaba y nos animaba. Era una figura interesante. Tras la ocupación de 1968 ya no pudo venir, y continuó teniendo una postura crítica incluso hacia Brézhnev. Finalmente, decidió emigrar y se fue a Suecia, donde vivía su hija en el exilio. Devolvió su carné del partido de 1917, que estaba firmado por Lenin. Y en el Instituto de Filosofía fue nombrado otro director, fiel al partido, el doctor Ruml, un antiguo colega que había empezado con nosotros en 1953, pero luego se marchó a la escuela superior del partido. Con él tuvimos, desde el principio, varios conflictos, y bajo su dirección, más bien formal, las discusiones y actividades continuaron. Ocurría que ya no podían emitir nuevas resoluciones, pero sí tomaban represalias contra individuos que empezaban a expresar demasiado sus opiniones. En esa época fue, por ejemplo, Ivan Sviták, que pronunció un discurso en público y por ello debía ser expulsado del partido y, por tanto, de la Academia. Los supervisores del Comité Central vinieron a nuestro comité del partido con esta exigencia. Pero el comité se negó a expulsar a Sviták del partido. Eso provocó varias reuniones nocturnas con representantes de instancias superiores que intentaron convencernos. Pero la organización no cedió. Entonces, los miembros del Comité Central recurrieron al poder administrativo, disolvieron el comité del partido por decreto y nombraron a algunos obedientes, siempre los encontraban. Ellos llevaron a cabo la expulsión de Sviták, y las autoridades académicas superiores, que siempre debían obedecer al partido, lo despidieron de la Academia. Esto fue alrededor de 1965 o 1966. Así se desarrollaban los enfrentamientos. A pesar de ello, intentábamos seguir trabajando, escribiendo, publicando... pero siempre en un clima de tensión que, de facto, culminó en 1968, cuando la mayoría de los empleados del instituto apoyaron la línea representada en el partido por Dubček, la llamada renovación. Algunos participaron también activamente en política. Kosík fue elegido al Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia (KSČ), Robert Kalivoda fue elegido miembro del comité de la organización municipal de Praga. Muchos otros participaron de diversas maneras. Esto dividió al instituto: apoyo a la política dubčekiana, protesta contra la ocupación y contra las medidas que fueron imponiéndose desde arriba. Después vinieron varias inspecciones, se produjeron expulsiones del partido. El resultado de todo el proceso fue que más de un tercio de los trabajadores científicos fueron despedidos del instituto. Ocurrió mediante una argucia, por así decirlo: todos teníamos contratos laborales por tiempo indefinido, lo cual era habitual entonces. Pero, por indicación de los nuevos órganos del partido, se aprobó una ley en el Parlamento que establecía contratos por tiempo determinado para la Academia. El resultado fue que te daban un contrato de tres meses. Todo era legal, no tenían que justificar que eras incómodo. Y tras tres meses, el vínculo laboral terminaba. Se resolvía elegantemente. Nadie era perseguido por razones políticas. Así que muchas personas, sobre todo el núcleo opositor, quedaron fuera del empleo. Kosík ya estaba entonces en la facultad, y allí también lo eliminaron, lo pusieron fuera de servicio. A los que estábamos en el instituto nos fueron despidiendo en escalas: algunos recibieron contratos de medio año, otros de un año (para que no se dijera que fue una purga). Pero en dos años, prácticamente todo quedó resuelto. Cada cual se buscó otro trabajo, algunos se hicieron fogoneros, otros limpiaban ventanas... Yo, en ese momento, logré trabajar como traductor en profesión libre, como entonces se decía a ejercer por cuenta propia. Lo cual no era precisamente un chollo, en cuanto a ingresos, pero al menos uno no tenía que aguantar a ningún jefe idiota. No puedo quejarme.

¿Y Karel Kosík?

Karel Kosík fue despedido de la facultad, durante un tiempo consiguió un certificado como profesor de lenguas extranjeras, así que dio algunas clases particulares. Luego logró obtener una pensión por invalidez, eso también era una de las soluciones, cuando se encontraba a algunos médicos dispuestos a ayudar y te dejaban de baja, creo que medio año o un año, según cuál fuera entonces el plazo máximo. Luego eso se transformaba en pensión de invalidez, y de ahí se recibía algo de dinero. Muchos colegas terminaron con pensiones por invalidez, algunos iban accediendo poco a poco al derecho a una pensión ordinaria. Así que en esa época seguíamos reuniéndonos, eran distintos círculos de discusión o las llamadas universidades flotantes…

Universidades flotantes porque se reunían en algún sitio donde tenía lugar una conferencia y luego…

… y luego se trasladaban otra vez a otro lugar, porque también solía estar bajo vigilancia, cuando ya se volvía demasiado evidente. Pero nosotros teníamos un círculo así, se le llamaba Sklerokruh, que reunía a filósofos, historiadores de la literatura, teóricos de la literatura, algunos historiadores del arte o incluso historiadores profesionales. Nos reuníamos una vez al mes, cada vez en una casa distinta –donde hubiera alguna sala más grande en la que cupieran veinte o veinticinco personas, a veces más–, y allí organizábamos conferencias con discusiones. Era bastante divertido cuando alguien tenía un aniversario redondo. Entonces preparábamos un volumen samizdat. No teníamos ninguna tecnología, así que se escribía a máquina en tres o cuatro ejemplares. El homenajeado recibía uno o dos ejemplares y el resto circulaba. La historia de nuestro Sklerokruh, con el listado de las conferencias que allí se dieron durante esos años, fue publicada por Jaroslav Kolár, historiador de la literatura, en la revista Česká literatura en algún momento entre 1990 y 1992. En otros lugares había círculos especializados más filosóficos, organizados por Hejdánek o Tomin, que luego emigró, y otros más según sus intereses. Luego venían de vez en cuando filósofos o especialistas del extranjero, siempre que no fueran expulsados o se les prohibiera la entrada. Todo eso está también recogido en libros. Así que esa fue la historia.

Usted también enseñó un tiempo en la universidad. ¿Hasta cuándo?

En realidad enseñé durante dos años. Desde 1968 estuve enseñando en Olomouc, donde el jefe del departamento volvió a ser Josef Ludvík Fischer, que para entonces ya hacía mucho que estaba retirado, pero al que volvieron a llamar. Durante los años 60 colaboré con él muy estrechamente. Me invitó a dar clases allí. Incluso me ofreció la habilitación, que presenté, pero en 1970 o a comienzos de 1971 se estableció una nueva dirección, Fischer fue de nuevo destituido. La habilitación ya no se llevó a cabo. Volví a dar clases en Olomouc, creo, en 1992 o 1993, y estuve yendo allí unos quince años.

¿Conoció a Karel Kosík también como pedagogo, como colega?

No, no lo conocí así, porque mientras estuvo en el instituto no daba clases regularmente. Si lo invitaban, sí, pero no enseñaba de manera regular. Empezó a enseñar en 1968, cuando se fue del instituto –aguantó allí dos años y luego lo echaron otra vez. En 1990 regresó, pero las condiciones en la facultad eran algo extrañas, tanto en la dirección como, en última instancia, en el conjunto del personal, incluso entre los estudiantes. No lo soportó. Empezaron a ponerle trabas porque ya estaba en edad de jubilación. En ese caso, la continuación de su trabajo dependía de la postura del rector o no sé exactamente quién debía aprobarlo. Le pusieron obstáculos con eso, así que estaba muy disgustado. En 1992 le ofrecí –entonces yo era director del Instituto de Filosofía– que regresara al instituto, lo cual le alegró mucho. Allí, como trabajador del instituto, permaneció hasta su muerte.

Tengo a disposición ciertas reacciones que se publicaron, pero no tengo a disposición las reacciones que tuvieron lugar para sus adentros; por ejemplo, estudiantes que percibieron de cierta forma cómo enseñaba, y también cómo se mostraba. La otra parte la componían personas que no podían expresarse, porque eran personae non gratae, su actividad era suprimida, por ejemplo, por el régimen. ¿No sabe usted algo de estas reacciones?

Eso no lo sé, durante su primera presencia en la facultad, en los años 1968–1969, realmente no lo sé. Eso más bien tendría usted que preguntárselo a alguien de los estudiantes de entonces. Que yo sepa, por ejemplo, en ese tiempo estudiaba allí Bělohradský, incluso creo que también estudiaba allí Halík. Si vivieron a Kosík como estudiantes, eso no lo sé. Sé con seguridad que en ese tiempo estudiaba allí Benda, que por lo demás ya ha fallecido, yo fui oponente de su trabajo final de diploma. Pero por lo demás no lo sé, habría que investigar quién de los oyentes de entonces aún lo recuerda. En cambio, después del año 1990, quizás podría usted obtener alguna información de quienes estudiaban allí entonces, hoy en día ya son docentes o incluso profesores. Muchos de ellos trabajan aquí en el instituto. Pero tengo la impresión de que Kosík no obtuvo allí una gran reacción. Por un lado, en ese tiempo una parte bastante significativa de los estudiantes ya estaba orientada hacia la derecha, ellos mantenían cierta distancia respecto a Kosík. Pienso que también el tema de las conferencias que Kosík elegía era exclusivo, no era para un público amplio. Así que no puedo decirle mucho al respecto. Sé que al final estaba muy disgustado, sobre todo también por la actitud de los órganos académicos universitarios, que, diría yo directamente, lo enfadaron precisamente con eso de que tenía que estar suplicando para que le prolongaran un año su actividad, y a Kosík no le gustaba eso. Así que le alegró mucho poder regresar al instituto, donde tenía absoluta tranquilidad para su trabajo.

Tras el regreso, se dedicó a…

Principalmente escribía ensayos. En ningún gran trabajo, que yo sepa, estuvo trabajando, nunca habló de ello. Aunque tal vez lo pensaba en secreto, pero Kosík era así, no le gustaba hablar de lo que estaba preparando. Ni siquiera en el círculo más cercano. Nos frecuentábamos muy estrechamente a finales de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, cuando estaba trabajando en Dialéctica de lo concreto. Íbamos juntos a casa de Patočka a leer a Heidegger en privado, leíamos Vom Wesen der Wahrheit [De la esencia de la verdad]. Estuvimos yendo allí más o menos un año. Era interesante, uno se familiarizaba con cosas que antes no conocía. Tampoco Kosík las conocía mucho. Pero Heidegger le fascinó, creo que fue también por influencia de esa lectura. Pero al mismo tiempo trabajaba en lo suyo, y un día me trajo el manuscrito de Dialéctica de lo concreto: “Toma, léelo.” Pero durante todo el tiempo que estuvo trabajando en eso, no dejó salir nada de sus manos. De vez en cuando mencionaba un tema sobre el que conversábamos, eso sí, pero no como para vincularlo con el trabajo en que estaba o que tenía en preparación. Eso no lo hacía. Solo entregaba las cosas cuando estaban terminadas.

Cuando empezamos a hablar de Dialéctica de lo concreto... Leí su reseña, que se publicó en Literární noviny y, por lo que he leído hasta ahora, me parece que fue la primera reseña publicada sobre el libro...

Creo que sí.

Las reseñas con las que me he encontrado hasta ahora no eran negativas, la mayoría eran positivas, y podrían dividirse en dos cestos imaginarios: un tipo de reseña que recapitula brevemente de qué trata Dialéctica de lo concreto y luego subraya las cualidades de la obra; y otro tipo, representado por ejemplo por la reseña del señor Hejdánek publicada en Plamen, que también recapitula el contenido del libro, pero enumera tanto sus méritos como sus defectos.

Sí.

Yo clasificaría su reseña dentro del primer tipo —usted presentó un resumen de lo que trata el libro y destacó sus virtudes—. ¿Hubo algún aspecto negativo, algo con lo que no estuviera de acuerdo en el libro? ¿Qué vería usted de forma distinta o qué reconsideraría? ¿Cómo lo ve retrospectivamente, con el paso de los años? ¿Escribiría hoy su reseña de forma distinta?

Seguramente sí. En aquella época las reseñas se publicaban con una cierta intención. Como ya he dicho, la época de la que estamos hablando era muy complicada. Estábamos siempre bajo vigilancia, por lo tanto había que tener cuidado con lo que se criticaba. Uno tenía que tener cuidado de no escribir algo que pudiera ser utilizado en contra del autor o del instituto... En las reseñas, a menudo, se suprimían deliberadamente juicios negativos o reproches que pudieran dar lugar a que alguna instancia oficial dijera: “Miren, hasta sus propios amigos lo critican, entonces algo no está bien.” Esto había que tenerlo en cuenta. Especialmente si se publicaba en Literární noviny, que en aquel tiempo era una publicación muy popular y leída por mucha gente. Así que uno omitía deliberadamente las críticas. Le puedo contar lo que pasó con la reseña de Hejdánek. Yo estaba en contacto con Hejdánek desde la época escolar, estudiamos juntos en la facultad, en la misma promoción, así que nos conocíamos desde hacía años. En aquel entonces vino a verme con la reseña ya escrita, para que la leyera y la evaluara desde este punto de vista táctico-político: hasta qué punto podía permitirse incluir observaciones críticas o negativas sin que pudieran ser utilizadas contra Kosík o contra el instituto. Así que eso lo evaluamos y, si mal no recuerdo, eliminamos algunas cosas de la versión definitiva. Es decir, estas reseñas de época deben entenderse y valorarse también desde este contexto político general. En un nuevo libro sobre la filosofía checa, un colega, Landa [2], tiene un estudio en el que interpreta Dialéctica de lo concreto de manera muy distinta a como lo hago yo —por ejemplo, critica la idea de que se trate de una antropología, de que sea sólo una contribución a la concepción del hombre, y señala otros aspectos. Eso es cierto, porque entonces discutíamos también que Kosík debería prestar más atención a cuestiones ontológicas, a la filosofía de la naturaleza... De eso se callaba uno también por razones tácticas.

Muchos autores que escribieron reseñas mencionan que el libro representa una cierta novedad, en el sentido de que intenta orientar el marxismo de otro modo.

Sí. Sobre todo en que utilizó también puntos de vista que se consideraban no marxistas o incluso hostiles al marxismo, y trató de emplearlos positivamente para una interpretación que, en esencia, sigue basándose en el marxismo, pero que intentaba llevarlo más allá, en otra dirección. Esa fue su mayor aportación. Intentos similares ya se habían dado antes. En el pensamiento marxista internacional, por supuesto, no fue el primer intento. Eso ya existía de facto incluso en vida de Engels, que empezó a polemizar con ello, y sobre todo después, en la época en que Lenin criticó el empiriocriticismo y otras variantes del kantismo, diversas tentativas que ya existían en los años 1890 o a principios del siglo XX. Integrar en el marxismo ciertas ideas provenientes del entorno burgués, ya fueran concepciones neopositivistas o el empiriocriticismo, que guarda una gran relación con el neopositivismo. Lenin lo rechazó de forma tajante, se mantuvo firme en la ortodoxia marxista, pero los pensadores marxistas que intentaban desarrollar el marxismo de forma creativa volvieron a esas ideas, lo intentaron en los años veinte y treinta. Pero la mayoría de estos intentos fueron rechazados desde la ortodoxia partidaria y condenados como desviaciones. Los intentos continuaron también después de la Segunda Guerra Mundial. Sartre desempeñó un papel pionero: afirmó que el existencialismo era un intento válido en lo que respecta a la filosofía del hombre, aunque en lo demás seguía valiendo lo que proclamaba el marxismo. Así que esa idea flotaba en el ambiente, y Kosík retomó esos esfuerzos.

De momento me estoy concentrando en las reacciones dentro de Checoslovaquia y posteriormente en la República Checa. ¿Tuvo Sartre ocasión de conocer la obra de Kosík? Usted decía que Sartre le había expresado su apoyo.

Es posible que sí, porque ya durante los años sesenta se publicaron varias ediciones extranjeras: en francés, en italiano, en alemán salió con Suhrkamp. El interés estalló sobre todo en 1968, cuando se esperaba una nueva orientación en los asuntos políticos generales del país. Todo el movimiento de la Primavera de Praga era popular en el mundo, así que se buscaban sus fuentes. En ese tiempo, Kosík hablaba públicamente aquí. A raíz de eso, en el extranjero se empezó a señalar su obra anterior, lo cual aceleró la publicación de traducciones. En ese sentido, Dialéctica de lo concreto tuvo también una recepción internacional.

Cuando comencé a leer Literární noviny, me impresionó la amplitud temática del periódico. Gracias a eso pude detectar reacciones en Italia. Por lo que entiendo, Kosík tenía muchos vínculos con Italia, viajaba con frecuencia y su libro también se tradujo allí. ¿Recuerda usted alguna reacción desde el extranjero? ¿Fueron todas positivas o hubo opiniones encontradas?

Eso no lo seguí con detalle. Sé que predominaban las reacciones positivas, incluso aquí se comentaba y se publicaban extractos de reseñas italianas, pero no lo seguí más a fondo. Eran más bien reacciones periodísticas relacionadas con la evolución política y con el movimiento obrero en general, que era lo que más interesaba a la gente. La recepción internacional habría que investigarla debidamente.

Si tuviéramos que resumir qué fue lo que le pareció incómodo al régimen de entonces en Dialéctica de lo concreto, ¿fue simplemente el hecho de que se atreviera a proponer otro rumbo para el marxismo, o había otros elementos que hoy apenas se mencionan?

A veces se despachaba todo de forma casi ridícula. A los órganos del partido les irritaba, por ejemplo, su expresión “pseudoconcreción”. Algunos funcionarios lo consideraban un ataque contra lo que el partido promovía y defendía, y entendían el término como algo casi insultante. Es decir, no había razones de fondo, sino impresiones político-superficiales. O bien su llamada a ir de los fenómenos a las esencias se entendía como una actividad subversiva, como una puesta en duda de todo aquello que al partido le importaba y consideraba lo mejor.

¿Kosík lo entendía así, tal como lo interpretaron? ¿O fue una coincidencia?

Es posible que, en el fondo, quisiera pinchar un poco, no lo excluyo, porque Kosík era un irónico. A veces también provocaba con sus opiniones, eso es cierto. Pero lo suyo era la cuestión misma, la reflexión sobre problemas serios. No le interesaba la crítica barata.

Y una pregunta delicada: ¿hay algo de su vida personal que se proyecte en su obra? Estoy pensando ahora, por ejemplo, en Dialéctica de lo concreto. Sé que en Reflexiones antediluvianas hay ensayos donde eso aparece reflejado de alguna manera. ¿Sería posible responder a eso?

Mire, yo no sabría responderle a eso con facilidad. Por convicción soy estructuralista, y al estructuralismo siempre le ha interesado la obra en sí, no la proyección de posturas personales dentro de la obra. Así que, por principio, no querría investigar eso. Naturalmente, se podrían trazar ciertos paralelos entre el carácter de una persona y lo que escribe, no niego que eso sea posible e incluso interesante. Pero personalmente nunca me he planteado esa pregunta con profundidad. Y creo que podría llevarle a lugares sugerentes si quisiera explorarlo desde ese ángulo.

Muchas gracias por la entrevista.



[*] El presente texto apareció originalmente en checo como "O Karlu Kosíkovi a nejen o něm" en la revista Studia philosophica, 62, 2015, 1. Págs. 105 a 124. Recoge una entrevista de Zumr, amigo durante muchos años de Kosík, con Tereza Kunešová del 31 de julio de 2013. Esta fue originalmente concebida como anexo de su trabajo de diplomatura, titulado "Dialektika konkrétního v dobových a současných ohlasech", Brno: Katedra filosofie FF MU, 2014. La traducción al castellano, realizada con ayuda de LLM, es de Gerard Marín Plana.

[1*] N. del ed.: El libro, al que Zumr se refiere de nuevo más abajo, es Rozjímání vpřed i vzad: Karlu Kosíkovi k pětasedmdesátinám. Praga, Filosofia. 2001. Karel Urianek se encargó de la bibliografía, que ocupó las págs. 289 a 312 del libro y efectivamente comienza con un texto del año 1953 como muy temprano.

[1] ver Šedesát let Filosofického časopisu. Mimořádné číslo Filosofického časopisu 1/2013, eds. P. Dvořák – L. Kvasz – P. Urban – J. Velek – J. Zumr, Praga, Filosofia. 2013. 

[2] ver Ivan Landa, Kosíkova dialektika konkrétního, en Hledání české filosofie, eds. E. Kohák – J. Trnka, Praga, Filosofia. 2012. Págs. 231–257.

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