lunes, 19 de agosto de 2019

Tres observaciones sobre Maquiavelo (1969)



Tres observaciones sobre Maquiavelo (1969)

Karel Kosík [*]


I

Maquiavelo es un desmitificador, pero la pregunta es si nosotros no estamos sujetos a la mistificación cuando interpretamos su obra. Maquiavelo ha sido leído e interpretado por las más diversas modas y ha sido considerado el precursor de todo lo posible: del nacionalismo, fascismo, democracia directa, democracia pluralista, totalitarismo, etc. Primero que todo, debemos preguntarnos a nosotros mismos si estos términos variados no deforman y mistifican si los aplicamos más allá de los límites de su propio origen y validez. Digamos, considero que la conceptualización conforme a la cual Maquiavelo se dice que ha anticipado la democracia empírica es expresión de falsa conciencia que falla en elucidar suficientemente la metodología para sí misma y, por lo tanto, bloquea el camino hacia una comprensión del pasado.

El punto de partida y el objetivo final de la interpretación de Maquiavelo son los conceptos fundamentales de su obra tales como, por ejemplo, virtud, fortuna, necesidad, ocasión, en los cuales su pensamiento se concentra. Todo examen de Maquiavelo debe, por lo tanto, partir con estos conceptos en el orden de clarificar para sí mismo el contenido y significación y efectos de su crítica por medio de análisis temporal-históricos, sociológicos y filosóficos. Solo después de eso, cuando ya estamos claros sobre la estructura básica de la obra, podremos avanzar hacia la separación de las cuestiones secundarias o llevar a cabo una comparación histórica.

Si comenzamos con las relaciones internas entre virtud y fortuna vamos a estar escasamente habilitados para defender la interpretación según la cual Maquiavelo construye la política como (meramente) una invención humana. Tal aspiración es, probablemente, motivada por la digna aspiración de exaltar en el pensamiento histórico y la teoría todo lo que hace énfasis en el activismo, la conciencia, los objetivos, y otros similares, pero tal aspiración se encuentra a sí misma atrapada en circunstancias temporales y, por lo tanto, transmite a otras épocas su propia unilateralidad. Conforme a Maquiavelo, la política incluye la relación tanto de la creatividad libre y el activismo voluntario, así como las circunstancias dadas, reveses de la fortuna y cambios de destino; de tal modo que sea lo más pronto un juego en el amplio sentido de la palabra; un evento conflictivo entre un conjunto de jugadores y otros jugadores, opuestos, de lo que es la libre creatividad humana. La política como un juego no es una partida de ajedrez en el cual las reglas son dadas de antemano, dentro de la cual una estrategia se enfrenta con otra, sino más bien un tipo de evento cuyo curso proporciona una delineación de las reglas del juego que unifican la actividad y las circunstancias, la iniciativa y el hacer, la conciencia de los objetivos y de la suerte.

En Dialéctica de lo Concreto he conectado a Maquiavelo y Bacon, porque ambos han efectuado una desacralización de la realidad. Uno ha realizado la secularización de la naturaleza y, por lo tanto, establecido los preceptos para el origen de la ciencia y la tecnología moderna. Mientras que el otro ha establecido la “secularización” del hombre y la desmitificación de los gobernantes, y esta iniciativa ha hecho posible el origen y emergencia de la política moderna. Pero para demostrar la grandeza de un pensador particular se requiere al mismo tiempo plantearse la cuestión de qué parte de su obra perdura y cuál parte es, o puede ser, transitoria. El aspecto revolucionario de la conceptualización de Maquiavelo sobre la política es, por lo tanto, al mismo tiempo, un desafío; ¿Es o no es una nueva y diferente conceptualización posible de la política, basada en una nueva comprensión del hombre y el mundo, de la historia y la naturaleza?

II

Muy a menudo algo que existía mucho antes e independientemente de Maquiavelo es asociado con su nombre: engaño, falsedad, traición y asesinato.

Quien participe en la política debe ser consciente hacia dónde va y donde opera. Aquel entra en un reino en el que puede ser engañado, violado, mentido, cooptado, y cosas por el estilo, pero como político debe contar con todo eso. La política es un juego en el cual asesinato, trampa, traición y engaño aparecen como los enemigos con los cuales uno debe funcionar eficiente y exitosamente. Uno puede ingresar a la política con normas éticas las cuales sostienen que no me atrevo a ser un criminal, un enemigo o un traidor, pero me encuentro en un nivel político sólo si reconozco tales fenómenos y sé cómo luchar contra ellos. Habitualmente la relación entre política y moralidad es construida de tal manera que se piensa que quien es moral en política es al mismo tiempo necesariamente ingenuo, sin discernimiento, confiado, etc. Pero si construimos la relación entre ética y política como siendo el ethos posible únicamente sobre la base de una polis, la moralidad en la política emerge y se reafirma a sí misma en los hechos como previsión, discernimiento, capacidad de crítica, visión, etc. La bien conocida declaración de Masaryk de que el maquiavelismo no se adapta a las naciones pequeñas significaba sólo que las naciones pequeñas no pueden ser lo suficientemente astutas. Quien es astuto ya no debe ser un sabio. De la misma manera, estupidez y credibilidad no significan sabiduría. En otras palabras, en la comprensión tradicional la moralidad en la política ha sido vista como debilidad o como una indicación de lo mismo. Pero la moralidad en la política debe denotar sobre todo el ascenso del discernimiento, previsión, sabiduría y espíritu crítico.

Un político debe ser capaz de ver e identificar y no ser cautivo de una ilusión ideológica. Ser cautivo de la ilusión ideológica significa no ver a través de y operar dentro de un marco de engaño y auto engaño. El ejército se aglutina en las fronteras del país, pero el gobernante está a tal grado encadenado y cegado por ilusiones ideológicas que en tal concentración de fuerzas no logra visualizar una amenaza para la nación y, por lo tanto, no puede actuar de manera adecuada. Solo el político que elimina el daño de la mistificación, esto es, aquel que ve a través de la intención e ideología de los enemigos, puede estar en el más alto nivel de su tiempo.

III

Havlicek ha sido el primero entre nosotros que evidenció una preocupación por Maquiavelo. Tal acontecimiento no es una coincidencia. La actual política moderna checa comienza con Havlicek y Palacky. Y Havlicek – como se sabe – efectúa desmitificación, y observa la realidad sin sentimentalidad. Él no es el único autor de la bien conocida declaración que debemos crear “políticos honestos” – una declaración que puede ser manifestación de moralismo, la cual, para estos tiempos, ya analiza penetrantemente las fuerzas sociales reales y se pregunta a quién, y en qué sectores sociales, los políticos deben inclinarse en orden de ser honestos.

Un segundo comentario: la “cuestión checa” como el asunto de un pueblo político en Europa Central abarca un complejo de relaciones entre la política, la cultura, la vida pública, la educación, etc., además de que la característica más prominente de esta totalidad de la vida nacional es el hecho de que la política aquí constituye el eslabón más débil.

Hasta ahora, en efecto, la característica antagónica entre una cultura desarrollada y una política no desarrollada, entre el desarrollo cultural y el atraso político no está resuelto – entonces la política no está al más alto nivel de nuestro tiempo y es incapaz por eso de realizar aquel acto que enderezaría la columna vertebral de la nación.



[*] Texto aparecido originalmente en checo como "Machiavelli a machiavellismus" en Plamen XI. Nº 3 (marzo de 1969). Mesa redonda con los editores en la que participaron, igualmente, Lubomir Sohor, Josef Macek, Petr Pithart y Frantisek Samalik.

La presente traducción, de Carlos F. Lincopi Bruch con alguna modificación, fue realizada para la revista Marxismo & Revolución (disponible on-line en: http://marxismoyrevolucion.org/?p=379) a partir de la versión en inglés de Julianne Clark aparecida en la antología de textos de Kosík editada por James H. Satterwhite The Crisis of Modernity. Essays and observations from the 1968 era. Maryland, Rowman & Littlefield Publishers, Inc. 1995. Págs. 105-107.

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