Hašek y Kafka (1963)
Karel Kosik [*]
Hašek y Kafka nacieron el mismo año y en la misma ciudad, pasaron en Praga la mayor parte de su vida, escribieron sus obras, que alcanzaron fama mundial, alrededor de la primera guerra mundial y murieron, con un año de diferencia, a comienzos de los años veinte. Estos son, por supuesto, datos superficiales y casuales, que no dicen gran cosa acerca de la relación entre Hašek y Kafka.
Pero podemos invertir la cuestión. ¿Cómo era el medio que ha podido dar lugar a dos figuras tan distintas como Hašek y Kafka? ¿Cómo es la Praga de Kafka y cómo es la Praga de Hašek? Ambos han hecho famosa a su ciudad natal. Su obra está ligada a Praga y Praga se refleja de algún modo en su obra. La «odisea de Svejk, con dos soldados con bayoneta calada como guardias de honor» parte de la prisión de Hradcany, continúa por la calle de Neruda y atraviesa el puente de Carlos hasta llegar a Karlin. Es un curioso grupo de tres personas, dos guardias que conducen, en medio de ellos, a un delicuente. Y en sentido contrario, por el puente de Carlos hacia las alturas de Strahov, camina otro trío, el trío del Proceso de Kafka, en el cual dos guardias conducen al «delincuente», el procurador Josef K., hacia la cantera de Strahov para que allí uno de ellos «le clave un cuchillo en el corazón». Los dos tríos recorren los mismos lugares pero no pueden encontrarse. Svejk salió de la cárcel — como es habitual — de madrugada e hizo junto a sus acompañantes el camino mencionado por la mañana, mientras que a Josef K. lo condujeron los dos hombres de los sombreros de copa por la noche «a la luz de la luna».
Admitamos que los tríos se encuentren. Pasarán uno junto al otro sin prestarse atención, porque Josef K. está totalmente absorto en la observación de la fisionomía y el comportamiento de sus misteriosos acompañantes y Svejk plenamente ocupado en su amistosa conversación con sus guardias. Sin embargo es posible que los tríos, al encontrarse, intercambien una mirada. Será una mirada incapaz de reconocer lo que está viendo. Las personas se miran pero no reconocen quiénes son. ¿Quiénes son?
Para Josef K. el trío de Hašek es demasiado cómico y exclusivamente cómico, carece de ese significado inesperado cuyo descubrimiento hace que se abra ante nosotros el mundo de lo grotesco; y, de un modo similar, a Josef Svejk el trío de Kafka le produce una impresión cómica, que oculta el verdadero destino trágico-grotesco de Josef K. Ninguno de ellos ve más que el aspecto superficial del otro y por eso sí son indiferentes.
Este es el primero de los encuentros posibles entre Hašek y Kafka, un encuentro que no llega más allá de un nivel externo y superficial. Pero podemos pasar de los autores a un segundo nivel, al de la obra. ¿Es posible comparar o relacionar la obra de Hašek con la obra de Kafka? A primera vista parece que no existe tal relación, porque a Kafka se lo lee para interpretarlo, mientras que a Hašek se lo lee para reírse. Existen decenas, centenares, de interpretaciones de Kafka y su obra se entiende y se acepta como una obra que plantea problemas, que es problemática, enigmática, misteriosa y cifrada, a la que sólo puede accederse descifrándola, es decir, interpretándola. En la obra de Hašek parece que todo es claro, que todo el mundo lo entiende todo, que la obra es tan evidentemente transparente y cristalina que la única vía de acceso a ella es la risa del lector. Pero ¿no son esta evidencia y esta transparencia sólo aparentes y, en ese sentido, falsas y engañosas?
Las interpretaciones occidentales han utilizado para la explicación de la obra de Kafka los métodos más diversos, desde el psicoanálisis, el análisis estructural, la investigación sociológica y antropológica, la búsqueda de elementos teológicos y filosóficos, hasta la investigación de sus conexiones con el mundo espiritual del judaismo, con el del catolicismo, con el de Kierkegaard, con el de Dostoievsky, agotando de ese modo, prácticamente, toda la gama de posibilidades de interpretación. En el caso de Hašek, en cambio, parece que contamos con una llave maestra capaz de abrirnos su obra: el famoso principio del «carácter popular». Pero el principio del «carácter popular» no sólo no nos abre la obra de Hašek sino que más bien nos la cierra, porque no nos brinda la menor posibilidad de comprender su problemática en su plena amplitud y en su plena profundidad.
¿Cuál es el sentido de la obra de Hašek? ¿Cuál es la relación entre su idioma «convencional» y la modernidad de su contenido? ¿Es cierto que la obra de Hašek —me refiero naturalmente a Las aventuras del buen soldado Svejk— carece de una estructura de conjunto y se caracteriza por la dispersión del relato? ¿Cuál es el sentido de las anécdotas que nos cuenta? ¿Podemos plantearnos, a partir de la obra de Hasek, el problema del tiempo, el de la comicidad, el de la tragedia, el de lo grotesco?
¿Y quién es Svejk?
A esta pregunta se le han dado —por lo que sé — cuatro respuestas. (El mérito de haber sido los pioneros en cuanto a la valoración del significado de Hašek para la literatura mundial les corresponde a Ivan Olbracht y Max Brod, que a comienzos de los años veinte advirtieron que Hašek no era un humorista corriente sino un escritor genial).
La primera respuesta es la convicción de que se trata de un Sancho Panza sin don Quijote, de que se trata por lo tanto de determinada variación sobre el tema del señor y el siervo, de una transformación moderna de los héroes de Cervantes o del Jacques el fatalista de Diderot. Pero Svejk no tiene un amo sólo, tiene dos. Este mismo hecho demuestra que reducir a Svejk a la problemática tradicional del señor y el siervo significa no captar más que uno de sus aspectos parciales.
La segunda posibilidad de interpretación es la que entiende que Svejk es un loco, un payaso o un bufón que tiene el privilegio de decir la verdad. Nos encontramos otra vez con ese tipo de relaciones a las que la literatura mundial representa mediante el modelo de la comicidad del bufón y la dignidad del dignatario, en el cual el bufón representa al mundo de lo plebeyo, de la vulgaridad, de la comedia, en tanto que el «dignatario», es decir, el soberano, el burócrata, el prelado o el teólogo, representa al mundo de la tragedia. Pero en la obra de Hašek la relación entre el bufón y el dignatario no es una relación entre lo cómico y lo trágico, sino que el propio dignatario se ve envuelto en una situación cómica, de modo que desaparece la barrera tradicional entre ambos mundos. El mundo de Hašek es un mundo indivisible de comicidad, en el que tanto los personajes que suelen denominarse vulgares como los personajes dignos aparecen en situaciones cómicas y grotescas.
La tercera interpretación identifica a Svejk con un bromista, un gracioso, una versión moderna del tradicional personaje ingenuo de los cuentos infantiles que, gracias a la ayuda de un poder mágico, recorre el mundo sin sufrir quebrantos. Pero el personaje de Hašek contiene un elemento trágico que no es propio ni de los héroes ingenuos, ni de los graciosos ni de los bromistas.
La cuarta interpretación hace de Svejk la personificación del «pequeño hombre checo» o del hombre-planta, que se reduce a sus necesidades biológicas y sobrevive a las catástrofes mundiales porque lo único que le importa es, precisamente, la vida a ras de tierra. Pero no olvidemos que Svejk tiene también rasgos elevados y magnánimos; no es, ciertamente, un Herostrato, no incendia el templo de la diosa en Efeso sólo para figurar en los periódicos y las antologías, pero tampoco es un palurdo. ¿Quién es, entonces, Svejk? Si no es ni un siervo sin señor, ni un loco o un bufón, ni un ingenuo, ni un «pequeño hombre checo», ¿quién es, entonces? Svejk es: Svejk. Es un personaje específico que debe ser analizado en un contexto mundial, pero que no puede explicarse mediante simples referencias a los héroes de Diderot, de Cervantes, de Rabelais o de Coster.
¿Quién es Svejk y con qué aspecto aparece? Svejk aparece al mismo tiempo como buenazo y como pícaro, como loco y como bobo, como idiota oficialmente reconocido y como rebelde oficialmente sospechoso, como simulador y como calculador, como espía y como fiel vasallo. Si una vez aparece como bobo y otra como pícaro, una vez como siervo y otra como rebelde, aunque siga siendo siempre el mismo que es, su versatilidad, su inaprehensibilidad y su «misterio» provienen de que forma parte de un sistema, de un sistema invertido e invertidor que está basado en el supuesto generalizado de que las personas se hacen pasar por lo que no son y en el cual, por eso mismo, las figuras centrales tienen que ser las del estafador y el controlador (el revisor) de un sistema que se caracteriza por la mistificación sistemática. Svejk es una figura de un sistema basado en las cosas hechas a medias y en el desbarajuste como fuerzas propulsoras: aquél que se toma las cosas en serio y al pie de la letra descubre lo absurdo del sistema y se vuelve él mismo, con su actitud, absurdo y ridículo. Es un sistema en el que la superioridad está convencida de que sus subordinados son unos estafadores, unos simulantes, unos escaqueadores y unos traidores de lesa patria, en tanto que el pueblo reconoce, tras la máscara de seriedad oficial de sus superiores, a unas figuras cómicas y ridículas; es un sistema en el que la máscara, el enmascaramiento y el desenmascaramiento, son una de las relaciones básicas entre las personas.
¿Quién es Svejk? En las análisis de Hašek se demuestra que el hombre siempre se ve reducido a otra condición. Pero Svejk es irreducible. La conocida escena del manicomio ocupa un lugar clave. El médico se dirige a Svejk: "dé cinco pasos hacia delante y cinco pasos hacia atrás". Svejk da diez pasos. "Le dije que diera cinco pasos", protesta el médico. "Un par de pasos aquí o allá no tienen mucha importancia para mí", dice Svejk.
Esta es la clave para comprender a Svejk. El hombre debe ser, y es, permanentemente integrado en un sistema racionalizado y calculable, es manipulado, se dispone de él, se le trae y se le lleva, en el que el hombre se ve reducido a una condición inhumana y extrahumana, es decir, convertido en una cosa o una magnitud calculable y disponible. Pero Svejk no se hace problemas por un par de pasos, Svejk no es previsible porque no es calculable. El hombre no puede ser reducido a cosa y es siempre más que el sistema de relaciones fácticas en las que se mueve y por las que es movido.
¿Svejk se pone una máscara de idiota y oculta tras ella el rostro de la naturaleza humana ideal y la nobleza, esconde tras la máscara del soldado leal su verdadero rostro de revolucionario? La genialidad de Hašek consiste en haber mostrado al hombre y a su personaje como una dimensión inmensa, como una extensión entre dos extremos, entre el bobo y el pícaro, entre el cínico y el hombre noble y sensible, entre el ciudadano obediente y el rebelde.
Otro problema cuya trascendencia es apreciable en relación con el drama moderno (me refiero, por ejemplo, a Los Físicos de Dürrenmatt, una obra que se desarrolla en un manicomio) es el descubrimiento que para la literatura y la conciencia humana hizo Hašek de determinados lugares de encuentro entre los hombres, que antes no eran tenidos suficientemente en cuenta. En la obra de Hašek las personas se encuentran en las letrinas, en las estaciones, en los burdeles, en las tascas, en el hospital y también en el manicomio. Y para Svejk el manicomio es incluso el único sitio del mundo en el que las personas son libres. La cuestión es en qué sentido son libres. Esto significa: ¿para ser libre debo volverme loco o estoy loco si soy libre? ¿Es el manicomio el refugio y la guarida de la libertad, o la libertad deber ser encerrada en el manicomio para que no perjudique a la gente y la gente no la perjudique a ella?
He hablado de Hašek con un único propósito: para señalar que frente a la complejidad, el carácter enigmático y misterioso de la obra de Kafka, una obra que tiene que ser interpretada, no nos encontramos con la simplicidad trivial y comprensible de Hašek. La obra de Hašek es, en cierto sentido, igualmente misteriosa e igualmente enigmática, y por ello debe ser interpretada con medios científicos modernos.
No puede identificarse a Svejk con el svejkismo, del mismo modo en que no puede identificarse a Kafka con el kafkismo. ¿Qué es el kafkismo o el mundo kafkiano? Es el mundo del absurdo del pensamiento y la actuación humana y los sueños humanos, el mundo como horrendo e insensato laberinto, el mundo de la impotencia del hombre atrapado en la red de la maquinaria burocrática, de los aparatos, de los productos cosificados: el mundo de la impotencia del hombre en una realidad cosificada, alienada. El svejkismo es un modo específico de reacción del hombre en este mundo de absurda omnipotencia de la maquinaria y las relaciones cosificadas. El kafkismo y el svejkismo son un fenómeno de alcance mundial, que existe independientemente de la obra de Hašek y Kafka; los dos escritores praguenses le dieron a este fenómeno una denominación, lograron con su obra que adquiriera un determinado aspecto y que se hiciera consciente; pero eso no significa que la obra de Hašek pueda reducirse al svejkismo y la de kafka al kafkismo. Svejk es al mismo tiempo e implícitamente una crítica del svejkismo, en la misma medida en que la obra de Kafka es una crítica del kafkismo: Kafka y Hašek describieron y dejaron al desnudo el mundo del kafkismo y el svejkismo como fenómeno de alcance mundial, pero al mismo tiempo lo sometieron a crítica. El hombre de Kafka está encerrado en un laberinto de oportunidades petrificadas, de relaciones cosificadas, de una cotidianeidad cosificada que adquiere para él un aspecto de sobrenaturalidad fantasmagórica, en medio de la cual se pregunta permanentemente, y con inconmovible apasionamiento, qué es la verdad. El hombre de Kafka está condenado a vivir en un mundo donde la dignidad humana consiste exclusivamente en la interpretación del mundo, porque la marcha del mundo es decidida por otras fuerzas, independientes del individuo. Hašek demuestra en su libro que el hombre es producto y productor de la cosificación. Que está por encima de su propia cosificación. El hombre no puede ser reducido a cosa, es más que el sistema. Carecemos aún de la denominación adecuada para el milagro de que el hombre lleve dentro de sí una inmensa e indestructible fuerza de humanidad. La genialidad de ambos autores consiste en haber brindado en la primera mitad del siglo XX dos visiones determinadas del mundo, en haber descrito dos tipos de hombres que a primera vista parecen alejados y contradictorios, pero que en realidad resultan complementarios. Mientras Kafka reflejaba el mundo de la cosificación humana y mostraba que el hombre debe experimentar y conocer todas las formas de la alienación para poder ser hombre, Hašek demostraba que el hombre es más que la cosificación porque no puede ser reducido a una cosa, a unos productos cosificados y unas relaciones cosificadas. Uno dio la dimensión negativa del humanismo, el otro la positiva. En este sentido ambos, tanto Hašek como Kafka, son hijos legítimos de su ciudad natal, ambos pertenecen en igual medida a Praga y al mundo.
[*] La versión al castellano es, con alguna modificación, la aparecida en la revista Letra internacional. Nº. 4, diciembre de 1986. Págs. 35-37. La traducción corrió a cargo de Fernando de Valenzuela, traductor también de otros textos de Kosík, como Reflexiones antediluvianas en 2012. Se encuentra disponible on-line en: https://prensahistorica.mcu.es/es/publicaciones/verNumero.do?idNumero=1000253809.
¿Cuál es el sentido de la obra de Hašek? ¿Cuál es la relación entre su idioma «convencional» y la modernidad de su contenido? ¿Es cierto que la obra de Hašek —me refiero naturalmente a Las aventuras del buen soldado Svejk— carece de una estructura de conjunto y se caracteriza por la dispersión del relato? ¿Cuál es el sentido de las anécdotas que nos cuenta? ¿Podemos plantearnos, a partir de la obra de Hasek, el problema del tiempo, el de la comicidad, el de la tragedia, el de lo grotesco?
¿Y quién es Svejk?
A esta pregunta se le han dado —por lo que sé — cuatro respuestas. (El mérito de haber sido los pioneros en cuanto a la valoración del significado de Hašek para la literatura mundial les corresponde a Ivan Olbracht y Max Brod, que a comienzos de los años veinte advirtieron que Hašek no era un humorista corriente sino un escritor genial).
La primera respuesta es la convicción de que se trata de un Sancho Panza sin don Quijote, de que se trata por lo tanto de determinada variación sobre el tema del señor y el siervo, de una transformación moderna de los héroes de Cervantes o del Jacques el fatalista de Diderot. Pero Svejk no tiene un amo sólo, tiene dos. Este mismo hecho demuestra que reducir a Svejk a la problemática tradicional del señor y el siervo significa no captar más que uno de sus aspectos parciales.
La segunda posibilidad de interpretación es la que entiende que Svejk es un loco, un payaso o un bufón que tiene el privilegio de decir la verdad. Nos encontramos otra vez con ese tipo de relaciones a las que la literatura mundial representa mediante el modelo de la comicidad del bufón y la dignidad del dignatario, en el cual el bufón representa al mundo de lo plebeyo, de la vulgaridad, de la comedia, en tanto que el «dignatario», es decir, el soberano, el burócrata, el prelado o el teólogo, representa al mundo de la tragedia. Pero en la obra de Hašek la relación entre el bufón y el dignatario no es una relación entre lo cómico y lo trágico, sino que el propio dignatario se ve envuelto en una situación cómica, de modo que desaparece la barrera tradicional entre ambos mundos. El mundo de Hašek es un mundo indivisible de comicidad, en el que tanto los personajes que suelen denominarse vulgares como los personajes dignos aparecen en situaciones cómicas y grotescas.
La tercera interpretación identifica a Svejk con un bromista, un gracioso, una versión moderna del tradicional personaje ingenuo de los cuentos infantiles que, gracias a la ayuda de un poder mágico, recorre el mundo sin sufrir quebrantos. Pero el personaje de Hašek contiene un elemento trágico que no es propio ni de los héroes ingenuos, ni de los graciosos ni de los bromistas.
La cuarta interpretación hace de Svejk la personificación del «pequeño hombre checo» o del hombre-planta, que se reduce a sus necesidades biológicas y sobrevive a las catástrofes mundiales porque lo único que le importa es, precisamente, la vida a ras de tierra. Pero no olvidemos que Svejk tiene también rasgos elevados y magnánimos; no es, ciertamente, un Herostrato, no incendia el templo de la diosa en Efeso sólo para figurar en los periódicos y las antologías, pero tampoco es un palurdo. ¿Quién es, entonces, Svejk? Si no es ni un siervo sin señor, ni un loco o un bufón, ni un ingenuo, ni un «pequeño hombre checo», ¿quién es, entonces? Svejk es: Svejk. Es un personaje específico que debe ser analizado en un contexto mundial, pero que no puede explicarse mediante simples referencias a los héroes de Diderot, de Cervantes, de Rabelais o de Coster.
¿Quién es Svejk y con qué aspecto aparece? Svejk aparece al mismo tiempo como buenazo y como pícaro, como loco y como bobo, como idiota oficialmente reconocido y como rebelde oficialmente sospechoso, como simulador y como calculador, como espía y como fiel vasallo. Si una vez aparece como bobo y otra como pícaro, una vez como siervo y otra como rebelde, aunque siga siendo siempre el mismo que es, su versatilidad, su inaprehensibilidad y su «misterio» provienen de que forma parte de un sistema, de un sistema invertido e invertidor que está basado en el supuesto generalizado de que las personas se hacen pasar por lo que no son y en el cual, por eso mismo, las figuras centrales tienen que ser las del estafador y el controlador (el revisor) de un sistema que se caracteriza por la mistificación sistemática. Svejk es una figura de un sistema basado en las cosas hechas a medias y en el desbarajuste como fuerzas propulsoras: aquél que se toma las cosas en serio y al pie de la letra descubre lo absurdo del sistema y se vuelve él mismo, con su actitud, absurdo y ridículo. Es un sistema en el que la superioridad está convencida de que sus subordinados son unos estafadores, unos simulantes, unos escaqueadores y unos traidores de lesa patria, en tanto que el pueblo reconoce, tras la máscara de seriedad oficial de sus superiores, a unas figuras cómicas y ridículas; es un sistema en el que la máscara, el enmascaramiento y el desenmascaramiento, son una de las relaciones básicas entre las personas.
¿Quién es Svejk? En las análisis de Hašek se demuestra que el hombre siempre se ve reducido a otra condición. Pero Svejk es irreducible. La conocida escena del manicomio ocupa un lugar clave. El médico se dirige a Svejk: "dé cinco pasos hacia delante y cinco pasos hacia atrás". Svejk da diez pasos. "Le dije que diera cinco pasos", protesta el médico. "Un par de pasos aquí o allá no tienen mucha importancia para mí", dice Svejk.
Esta es la clave para comprender a Svejk. El hombre debe ser, y es, permanentemente integrado en un sistema racionalizado y calculable, es manipulado, se dispone de él, se le trae y se le lleva, en el que el hombre se ve reducido a una condición inhumana y extrahumana, es decir, convertido en una cosa o una magnitud calculable y disponible. Pero Svejk no se hace problemas por un par de pasos, Svejk no es previsible porque no es calculable. El hombre no puede ser reducido a cosa y es siempre más que el sistema de relaciones fácticas en las que se mueve y por las que es movido.
¿Svejk se pone una máscara de idiota y oculta tras ella el rostro de la naturaleza humana ideal y la nobleza, esconde tras la máscara del soldado leal su verdadero rostro de revolucionario? La genialidad de Hašek consiste en haber mostrado al hombre y a su personaje como una dimensión inmensa, como una extensión entre dos extremos, entre el bobo y el pícaro, entre el cínico y el hombre noble y sensible, entre el ciudadano obediente y el rebelde.
Otro problema cuya trascendencia es apreciable en relación con el drama moderno (me refiero, por ejemplo, a Los Físicos de Dürrenmatt, una obra que se desarrolla en un manicomio) es el descubrimiento que para la literatura y la conciencia humana hizo Hašek de determinados lugares de encuentro entre los hombres, que antes no eran tenidos suficientemente en cuenta. En la obra de Hašek las personas se encuentran en las letrinas, en las estaciones, en los burdeles, en las tascas, en el hospital y también en el manicomio. Y para Svejk el manicomio es incluso el único sitio del mundo en el que las personas son libres. La cuestión es en qué sentido son libres. Esto significa: ¿para ser libre debo volverme loco o estoy loco si soy libre? ¿Es el manicomio el refugio y la guarida de la libertad, o la libertad deber ser encerrada en el manicomio para que no perjudique a la gente y la gente no la perjudique a ella?
He hablado de Hašek con un único propósito: para señalar que frente a la complejidad, el carácter enigmático y misterioso de la obra de Kafka, una obra que tiene que ser interpretada, no nos encontramos con la simplicidad trivial y comprensible de Hašek. La obra de Hašek es, en cierto sentido, igualmente misteriosa e igualmente enigmática, y por ello debe ser interpretada con medios científicos modernos.
No puede identificarse a Svejk con el svejkismo, del mismo modo en que no puede identificarse a Kafka con el kafkismo. ¿Qué es el kafkismo o el mundo kafkiano? Es el mundo del absurdo del pensamiento y la actuación humana y los sueños humanos, el mundo como horrendo e insensato laberinto, el mundo de la impotencia del hombre atrapado en la red de la maquinaria burocrática, de los aparatos, de los productos cosificados: el mundo de la impotencia del hombre en una realidad cosificada, alienada. El svejkismo es un modo específico de reacción del hombre en este mundo de absurda omnipotencia de la maquinaria y las relaciones cosificadas. El kafkismo y el svejkismo son un fenómeno de alcance mundial, que existe independientemente de la obra de Hašek y Kafka; los dos escritores praguenses le dieron a este fenómeno una denominación, lograron con su obra que adquiriera un determinado aspecto y que se hiciera consciente; pero eso no significa que la obra de Hašek pueda reducirse al svejkismo y la de kafka al kafkismo. Svejk es al mismo tiempo e implícitamente una crítica del svejkismo, en la misma medida en que la obra de Kafka es una crítica del kafkismo: Kafka y Hašek describieron y dejaron al desnudo el mundo del kafkismo y el svejkismo como fenómeno de alcance mundial, pero al mismo tiempo lo sometieron a crítica. El hombre de Kafka está encerrado en un laberinto de oportunidades petrificadas, de relaciones cosificadas, de una cotidianeidad cosificada que adquiere para él un aspecto de sobrenaturalidad fantasmagórica, en medio de la cual se pregunta permanentemente, y con inconmovible apasionamiento, qué es la verdad. El hombre de Kafka está condenado a vivir en un mundo donde la dignidad humana consiste exclusivamente en la interpretación del mundo, porque la marcha del mundo es decidida por otras fuerzas, independientes del individuo. Hašek demuestra en su libro que el hombre es producto y productor de la cosificación. Que está por encima de su propia cosificación. El hombre no puede ser reducido a cosa, es más que el sistema. Carecemos aún de la denominación adecuada para el milagro de que el hombre lleve dentro de sí una inmensa e indestructible fuerza de humanidad. La genialidad de ambos autores consiste en haber brindado en la primera mitad del siglo XX dos visiones determinadas del mundo, en haber descrito dos tipos de hombres que a primera vista parecen alejados y contradictorios, pero que en realidad resultan complementarios. Mientras Kafka reflejaba el mundo de la cosificación humana y mostraba que el hombre debe experimentar y conocer todas las formas de la alienación para poder ser hombre, Hašek demostraba que el hombre es más que la cosificación porque no puede ser reducido a una cosa, a unos productos cosificados y unas relaciones cosificadas. Uno dio la dimensión negativa del humanismo, el otro la positiva. En este sentido ambos, tanto Hašek como Kafka, son hijos legítimos de su ciudad natal, ambos pertenecen en igual medida a Praga y al mundo.
[*] La versión al castellano es, con alguna modificación, la aparecida en la revista Letra internacional. Nº. 4, diciembre de 1986. Págs. 35-37. La traducción corrió a cargo de Fernando de Valenzuela, traductor también de otros textos de Kosík, como Reflexiones antediluvianas en 2012. Se encuentra disponible on-line en: https://prensahistorica.mcu.es/es/publicaciones/verNumero.do?idNumero=1000253809.
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